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Estamos muy grandes para decirnos mentiras nosotros mismos, en la calle se ven cosas que dan cuenta de dinero circulante en abundancia, un ambiente de consumo en los centros comerciales y almacenes de cadena. Un sofisma de economía creciente (3,6% en tercer trimestre de este año) que, según los economistas, no es consistente con un crecimiento formal y duradero. Alguien dijo que la riqueza y la tos eran dos cosas que no se podían ocultar. Las remesas siempre han sostenido informalmente nuestra economía, - podrían equivaler a 3% del Producto Interno Bruto (PIB) colombiano este año. No dudo que los artistas, youtubers, influenciadores, talentos musicales y hasta los futbolistas en equipos internacionales han incidido en el día a día transaccional de las regiones, pero no todo el consumo es gracias a nuevos talentos de la economía naranja y el entretenimiento. Con sigilo, de mesa a mesa, señalamos con la boca a esos disruptivos y nuevos empresarios que habitan nuestros mismos cafés y coworking, poseedores de vehículos exuberantes conducidos por hombres y mujeres también exuberantes con atuendos deportivos caros, igualmente exuberantes. Personajes que lucen joyería y atavíos costosos, demasiado Bling bling a la vista en mujeres y hombres que extrañamente pasan casi todo el día departiendo en los cafés y restaurantes, haciendo trade sin afán. Se están vendiendo televisores de gran tamaño, sin ser primera necesidad.
¿Qué está moviendo la economía? No preguntamos mucho por el dinero non santo, simplemente se evidencia la dinamización o reactivación económica sin hablar de la procedencia. Ante la normalizada elusión tributaria, pagar en efectivo suena a paisaje, a estrategia de inteligentes, a sabiendas que es más un acto de vivos. Hay evidente movimiento en el comercio, no es asunto de buen gusto si no de ostentación. No son prejuicios míos, es una realidad, un secreto a voces según el cual algunos ejercicios inmobiliarios, compra y venta de vehículos lujosos, spas, arreglo de uñas y cejas y los locales de accesorios eléctricos y aditamentos para teléfonos celulares, se traen algo. Insisto, no todos, pero sí muchos.
¡Eh!, esto no es normal, no obstante, nos vamos anestesiando de a poco y lo aceptamos como corriente. Creo que esto que pienso, lo intuyen muchos, pero se hacen los de la vista gorda. Mientras, ¿qué hacer?, me pregunta un amigo al que le respondí: tomar atenta nota del fenómeno y cuidarnos de interactuar con los empresarios emergentes que susciten duda, esos que no hacen empresa si no negocitos, no sea que al final de un emprendimiento nos nieguen la nimia participación y las utilidades a que tengamos derecho o en el mejor de los casos, terminemos en una indeseada lista o en la bochornosa reseña judicial de un medio de comunicación. No es discriminación, pero actuemos de lejitos y a la defensiva, evitando colisionar con esos carros de alta gama conducidos por exóticos personajes que, pese a la cobertura de nuestra póliza, no alcanzaríamos a satisfacer, ante una eventual colisión. Nunca será bueno negociar con un maluco.
El primer daño es el tránsito de la búsqueda genuina de la verdad hacia la imposición de la posverdad, donde los hechos dejan de importar y son reemplazados por narrativas conveniente