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Analistas 01/10/2022

Lucha contra la pobreza: predicamentos y prácticas

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

En 2005, Bill Easterly (“The White Man’s Burden”) produjo un cimbronazo al interior de las multilaterales al criticar su (aparente) errado enfoque en lucha contra la pobreza. Se trataba de alguien que como Bill tenía respetados pergaminos académicos y, además, la voz de la experiencia a través de dos décadas de trabajo de campo bajo la égida del Banco Mundial, especialmente en África y América Latina.

Tuve oportunidad de trabajar con Bill sobre el caso de Colombia a través de su afamado desarrollo del modelo Rmsm-X para países emergentes. Allí modelaba el potencial de crecimiento a través del impulso a la inversión productiva, siguiendo postulado del “big-push” que venía de años cincuentas. Esto permitía identificar cuellos de botella en el financiamiento fiscal y de cuenta corriente (problema de los déficits gemelos). Se tenía entonces la idea de que el crecimiento acelerado permitiría reducir la pobreza, por su “efecto cascada”.

En su “manifiesto” anti-planeadores desde Washington D.C., Bill dijo que el mundo asistía a una doble tragedia: la primera relacionada con los efectos de la pobreza y la segunda con la dilapidación de recursos desde “Occidente” por su desenfocada lucha contra la pobreza.

Con particular vehemencia Bill se oponía a los predicamentos de Jeffrey Sachs. Este último argumentaba que la planeación desde multilaterales era correcta, pero que se carecía de compromiso presupuestal serio a nivel global. Sachs decía que dicho programa se había fraguado durante 1990-2005 y que ahora se llamaba “Metas del Milenio”, donde su éxito dependería de allegar recursos por el equivalente a 0,5% del PIB de los países ricos. Se fijarían metas cuantificables volantes (2015 y 2025) relacionadas con ocho tópicos sobre: i) reducción de la pobreza; ii) mejor cubrimiento educativo publico-privado a nivel de primaria y secundaria; iii) empoderamiento de genero; y iii) crecimiento bajo un enfoque amigable con el medio ambiente y aprovechando alianzas público-privadas.

En particular, Sachs decía que su prolongada experiencia como asesor de las Naciones Unidas le permitiría canalizar, desde el “Earth Institute” en la Universidad de Columbia, esos recursos de forma mas eficaz para reducir la pobreza de forma sistemática durante 2005-2025, en vez de seguir expandiendo el Banco Mundial (ver J. Sachs, 2005 “The End of Poverty”). Y en lo relativo al esfuerzo de financiamiento, se le pedía a países de ingreso medio (incluyendo Brasil, Argentina, México, Colombia y Chile) que hicieran su propio esfuerzo presupuestal, mientras que los países ricos subsidiarían a los pobres de África. A nivel agregado, Sachs decía que ese esfuerzo financiero no era muy diferente de 0,7% del PIB que ya venían aportando por múltiples fuentes los países ricos al cumplir metas parecidas a las del Milenio.

Para contribuir al debate, después llegarían los postulados anti-planeación central de Banerjee y Duflo (premios Nobel de Economía del 2019), explicando que la solución de esos problemas sociales requieren enfoques más micro que macro, dadas las cambiantes condiciones geográficas y culturales. Según ellos era un error andar extrapolando soluciones, aun si se trataba de países pobres. Lo requerido era hacer trabajo de campo y realizar investigaciones bajo esquemas de “grupos de control” para poder así medir el impacto atribuible a los instrumentos de intervención (subsidios monetarios y/o incentivos de otro tipo),

Dicho de otra manera, según este enfoque de “experimentos sociales aleatorios” también se pueden estar cometiendo graves errores en la lucha contra la pobreza a nivel micro-económico. Aun estando en el campo vivencialmente, debe tenerse en cuenta que la reacción de los grupos sociales a intervenciones estatales pueden ser muy diversas por razones culturales (ver imagen adjunta sobre trabajo de campo en Kenia).

Otra variante del enfoque micro provino de las “teorías del comportamiento” y la creación de “incentivos”. Estos para guiar decisiones amigables con los objetivos deseados de consumo de agua potable, uso de sanitarios, ir a la escuela y al médico con alguna regularidad; todo esto buscando aplicar políticas preventivas, mas que curativas.

¿Cuál sería entonces el balance de lo ocurrido en los últimos 30 años respecto a estas estrategias de lucha anti-pobreza? Responderla requeriría un libro, pero aquí aventuramos algunas lecciones que pueden resultar útiles. Sí, Bill tenía razón en que la planeación desde “headquarters” no suele estar bien informada y en esto las multilaterales respondieron bien al generar una descentralización de sus decisiones e informaciones al incentivar que su staff se desplazara a vivir directamente la experiencia de vida en países en los que pretendían aportar.

Pero Sachs también se anotó un relativo éxito con la implementación y financiamiento de las Metas del Milenio, cuyas metas volantes indican que se han venido cumpliendo relativamente bien los objetivos. Y los enfoques micro también han servido para mejorar diagnósticos y acoplar soluciones mas eficaces. Sin embargo, ahora se están teniendo segundo pensamientos sobre la efectividad de los “subsidios condicionados” y parece haberse sobrevendido la idea de los “incentivos amigables” (World Bank, 2021 “Reversal of Fortune”).

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