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El Dane reportó que el mes de febrero registró una elevada inflación de 1,15%. Este dato resultó bastante superior al previsto por los analistas (0,64%) y también desbordo la cifra observada un año atrás (0,63%). Con ello, la lectura de inflación total aumentó abruptamente de 3,82% a 4,36% anual, rebasando inclusive el techo de 4% fijado para el rango-meta de largo plazo del Banco de la República (BR), lo cual no ocurría desde 2007.
Si bien este comportamiento se explica parcialmente por una aceleración de la inflación de alimentos, pasando del 5.41% al 6.77% anual, ahora se ha vuelto preocupante que la propia inflación subyacente (sin alimentos) también se haya visto incrementada del 3.2% al 3.41% anual. Cabe señalar que en este resultado confluyen elementos reiterativos de traspaso de costos de bienes importados (pass-thru), donde estos últimos han promediando 7% anual en lo corrido del 2015 a nivel del IPP.
En efecto, en febrero de 2015, se conocieron amplios déficits externos, donde el componente comercial externo cerro en -1,7% del PIB en 2014 y, probablemente, la cuenta corriente total en 5,2% del PIB. Esto propicio nerviosismo cambiario que se manifestó en TRM con pisos de $2.500/dólar (frente $2.400 que teníamos pronosticado). De mantenerse, ello implicaría ritmos de devaluación pasando de umbrales de 20% hacia 25% anual.
Anif considera que esta desagradable sorpresa inflacionaria tendrá importantes consecuencias sobre la postura monetaria-fiscal inmediata: i) se estaría cerrando la opción de usar la política monetaria de forma contra cíclica durante el segundo semestre de 2015 (luego la tasa repo se mantendría 4,5% por un periodo extendido); ii) de continuar estas presiones de costos de importados, pronto veremos al BR ante el dilema sobre cuándo-cómo entrar a instrumentar las subasta de “control de volatilidad cambiaria”, sabiéndose que el monto de sus RIN no son muy holgadas; y iii) esta situación ha avivado el debate sobre revisiones a la baja en la cifra de potencial de crecimiento económico de Colombia (de 4,5% al rango 3,5%-4%), lo cual tendría serias implicaciones en el uso de la llamada Regla Taylor (manejo monetario) y de la Regla Fiscal (en ambos casos restándole espacio a sus componentes anti-cíclicos).
A nivel micro sectorial, la inflación de febrero se incrementó principalmente en los grupos de educación (4,35%), comunicaciones (2,4%) y alimentos (1,81%). La deflación ocurrió en diversión (-0,68%). La buena noticia es que el IPP registró una deflación mensual de -1,98%, con lo cual su lectura anual se redujo de +3,7% a +0,2% anual. Esto último se explica por la marcada contracción de los precios de la minería (-26,7% anual en febrero de 2015 vs. -12,9% en enero) y de los exportados (-11,3% vs. -1,8%), aunque los importados mantuvieron ritmos de (+6,1% anual vs. +8,3% anual del mes anterior).
En Colombia, se han venido consolidando señales de desaceleración: i) la producción manufacturera solo creció +1,3% anual al cierre de 2014 (frente 3% “prometido” en el Pipe) y su consumo de energía se desplomo a -2,8% al inicio de 2015; y ii) el sector minero-energético exportador continúa enfrentando graves problemas con caídas de -50% en sus precios, tanto en petróleo como en carbón, anunciándose que será muy difícil cumplir sus metas (ya recortadas). El único elemento positivo ha tenido que ver con una tasa de desempleo de 10,8% en enero de 2015, reduciéndose 0,3 pps anual, pero donde los registros de contribuciones a la seguridad social ya han empezado a campanear efectos negativos sobre el mercado laboral, el cual había cerrado un buen año en 2014.
Anif está pendiente de conocer los resultados de cuentas nacionales y balanza de pagos para entender mejor el cierre macro-económico de 2014 y de esta manera poder reajustar su escenario de 2015, el cual ha venido mostrando mayor deterioro del inicialmente calculado. En este sentido, no tendría nada de raro que tuviéramos que rebajar nuestro pronóstico de crecimiento para 2015 de 3,8% hacia el rango 3,0-3,5% en los próximos meses. Esto como resultado del fuerte embate provocado por el desplome de las cuentas externas, la acelerada devaluación y su impacto sobre la inflación. Todo ello estaría forzando, eventualmente, al Banco de la República a tener que elevar sus tasas de interés, en vez de pensar en reducirlas, como inicialmente nos lo habíamos imaginado en un escenario de tensión-externa menos acentuado.