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Analistas 23/11/2017

El rompecabezas laboral: ¿pleno empleo en el campo?

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Durante 2017, la economía colombiana ha venido registrando pobres crecimientos, completándose expansiones de solo 1,5% anual en lo corrido del año a septiembre de 2017 (vs. 2,1% un año atrás). Pese a dicha fragilidad económica, la tasa de desempleo nacional ha mostrado resiliencia, promediando niveles de 9,7% durante enero-septiembre de 2017, prácticamente inalterada frente al promedio de un año atrás.

Dicha resiliencia resulta aún más sorpresiva al analizar el componente urbano (13 ciudades, representando 50% dentro de la PEA), pues allí el desempleo ha promediado un 10,9% en lo corrido de 2017 (un preocupante incremento de +0,7pp frente un año atrás). Este mayor desempleo urbano sí resulta consistente con las conocidas debilidades económicas, a saber: i) la industria cayendo a ritmos del -1,2% anual en enero-septiembre de 2017 (vs. +3,6% en 2016); ii) el comercio con un pobre crecimiento de +0,7% (vs. +1,8% anteriormente); y iii) el deterioro en la calidad de la cartera crediticia (4,5% vs. 3,3% un año atrás), donde cerca de 80% de ella se origina en zonas urbanas.

Este rompecabezas conceptual entre un aceptable comportamiento de la tasa de desempleo nacional (a contrapelo del ciclo económico bajista) vs. el gran deterioro a nivel urbano (13 ciudades) amerita mayor análisis. La clave de la explicación parece estar en lo que se conoce como el “resto urbano” (con participación de 30% en la PEA), incluyendo aquí ciudades tan importantes como: Armenia, Valledupar, Neiva, Tunja y Santa Marta.

Sorprendentemente, en el “resto urbano” se ha observado una significativa reducción en la tasa de desempleo, promediando 10,4% en el acumulado enero-septiembre de 2017 (-0,7pp frente un año atrás). No conocemos explicaciones detalladas a este respecto sobre repuntes sectoriales que den soporte a tal comportamiento y, de hecho, los indicadores de confianza del consumidor lo que revelan son deterioros generalizados a nivel regional.
Dicho de otra manera, el componente de desempleo urbano “tradicional” en 13 ciudades se ha deteriorado en -0,7pp (con peso de 50% en la PEA), pero se ha visto parcialmente compensado por el mejor desempeño del “resto urbano” (pero con menor ponderación de 30% en la PEA).

Entonces, para que la cifra de desempleo a nivel nacional no muestre deterioro en lo corrido de 2017 (como lo revelan los datos a septiembre), lo que ha tenido que ocurrir es una mejora en el desempleo rural (con ponderación de 20% en la PEA). En efecto, en lo corrido del año el desempleo rural ha disminuido en -0,1pp y, como si fuera poco, se tienen niveles de solo 5,4%; es decir, “pleno empleo” rural. ¿Suena esto consistente con el repunte del agro en “la era del posconflicto”? O acaso ¿Se trata más bien del auge del narcotráfico, al triplicarse las áreas con cultivos ilícitos durante 2014-2017?

Probablemente se trata de una mezcla de ambos factores, pues el agro muestra crecimientos satisfactorios de 6,3% anual en lo corrido del año a septiembre de 2017 (vs. -0,1% un año atrás). Esto es en buena medida atribuible a la superación del fenómeno climático de El Niño en 2016 y no tanto a la modernización del agro (sector que continúa aguardando los distritos de riego y las vías secundarias-terciarias del posconflicto).

Además, es bien sabido que la tasa de participación laboral en la zona agrícola es baja (59,6% vs. 64,2% nacional) por cuenta del “pan-coger” y/o por su elevada participación en la ilegalidad de los cultivos ilícitos, donde estos últimos no aparecen como personal buscando empleo (ver Comentario Económico del Día 15 de junio de 2017).

En síntesis, el mercado laboral colombiano, en realidad, se encuentra en una posición vulnerable por cuenta de: i) la debilidad económica, con crecimientos que estarán por debajo del potencial de 3%, registrando probablemente 1,8% en 2017 y 2,3% en 2018; ii) esto se manifestará en un mayor deterioro del desempleo urbano “tradicional” y también del “resto urbano”, pasando de valores que hoy promedian 10,5% hacia 11%; y iii) un agotamiento del efecto de “pleno empleo” rural, pues reducir dicha tasa del actual 5,4% luce difícil tras la recuperación de los cultivos en 2017, superando los daños climáticos de 2016.

Esto último evidencia la necesidad de priorizar el sector agropecuario de Colombia a la hora de pensar en aportes relativos al empleo y al posconflicto. Para ello, Anif ha considerado primordial formular políticas encaminadas a: i) promover la investigación y los proyectos asociativos para producción a gran escala; y ii) optimizar la distribución de la tierra mediante la flexibilización de las llamadas “Unidades Agrícolas Familiares” (ver Informe Semanal No. 1262 de abril de 2015).

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