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Analistas 24/01/2022

Catástrofes y Estado previsivo

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

¿Qué deben hacer los Estados previsivos para enfrentar muertes en accidentes automovilísticos a razón de unos 40,000/año en Estados Unidos (13 por cada 100,000 habitantes) y unos 9,000/año en Colombia (18 por 100,000)? Ambos países recurren a imponer límites de velocidad y graves sanciones por conducir bajo efectos del alcohol-drogas; también mejoran los diseños de las vías, aunque estos efectos ahora suelen auto-derrotarse con las crecientes distracciones mientras conducen “pegados de sus celulares”.

Pero, a nivel global, la presión por mejorar la previsión Estatal es creciente frente a catástrofes que ya no lucen “tan naturales”. En efecto, la creciente contaminación generada por combustión de energía-fósil (petróleo y carbón) y emisiones de gas metano (proveniente de minas y de ganado) han requerido que las Naciones deban coordinarse mejor para contener esos desastres asociados al calentamiento global. Los esfuerzos de finales del 2021 en el gran encuentro COP26 fueron enormes. Y, sin embargo, sus resultados no tan alentadores a juzgar por los arrasadores incendios (California, Canadá y Brasil) e inundaciones (India, Bangladesh y creciente amenaza sobre Holanda, Florida y Nueva York). Ver Gates (2020, “¿Cómo evitar el desastre climático?”).

Este problema se agrava cuando aparecen pandemias como la Covid 2020-2022, dejando cerca de 850,000 fallecidos en solo Estados Unidos (10 veces más muertos que los dejados por la “flu” anual) y 5.5 millones a nivel global. Según Niall Ferguson (2021, “Doom”), este problema de esparcimiento de virus altamente contagiosos ya tenía un historial que ameritaba que los países avanzados estuvieran mejor preparados. Los sondeos (2019) dejaban entrever que dicha “flu” causaba unas 4 millones de muertes anuales a nivel global de forma “algo silenciosa”. Los factores epidemiológicos asociadas a ella prendían alarmas sobre sus mutaciones con serias consecuencias. El cuadro adjunto ilustra cómo su factor de contagio 1.7 (Ro) resultaba similar al de la pandemia de un siglo atrás y con 80% de fallecidos menores de 65 años.

A pesar de que la Administración Bush había creado organismos estatales de preparación para este tipo de catástrofes en 2004, su fortificación bajo Obama resultó insuficiente y Trump la desmanteló casi totalmente durante 2018-2019. Estos gobernantes creyeron que las principales amenazas estaban en ataques nucleares provenientes de Rusia y descuidaron la organización Estatal de la salud. En materia de salud, la propia California operaba como un país tercermundista al momento del estallido de la pandemia-Covid en 2020, ver el fabuloso y crudo relato de M. Lewis (2021, “The Premonition”).

Ese mismo cuadro revela estadísticas de Covid con creciente amenaza frente a pandemias anteriores: su Ro se eleva a 2.5 frente al 2.0 de 1918; la incubación se alarga hasta los 12 días (haciendo difícil detectarla a tiempo); los requerimientos de cuidados intensivos se elevan de 1/100,000 a 1/16,000; y si bien la afectación en poblaciones jóvenes es solo del 3% frente al 95% de 1918, la perdida de años de vida bordea unos 4 millones en Estados Unidos frente a menos de 1 millón por cuenta del “flu”.

El manejo global de la pandemia fue particularmente difícil bajo Trump y solo la pericia de Biden está logrando restituir el apropiado dialogo al interior de la OMS y directamente con China y Rusia. Argumenta Ferguson que este tipo de catástrofes globales, auto-infligidas por cuenta del mal manejo ambiental, han creado un peligroso ambiente de “guerra fría II”, donde la confrontación principal ahora es EE.UU. Vs. China y con el riesgo de estar dejando demasiado suelto a Rusia en su ajedrez geográfico. De allí la importancia del llamado de atención de finales del 2021 de Biden a Putin sobre las consecuencias de llegar a invadir Ucrania, tras su toma de Crimea en años recientes. Y en simultánea Biden ha tenido que manejar con China los espinosos temas de Hong-Kong, “guerra cibernética” (G5 y ataques al sistema de energía).

Este tipo de catástrofes climáticas, geográficas y cibernéticas podrían estar acelerando la predominancia global de China frente a los Estados Unidos, tal como ocurrió un siglo atrás cuando Gran Bretaña iniciaba su declive a manos de los Estados Unidos a través de su ímpetu industrial y petrolero. El propio N. Ferguson (2004 “Colossus”) había documentado esa transición de poderes a lo largo del siglo XX y ahora considera que este tema de pandemia-Covid y guerra digital (en 2016-2022) constituye un punto de giro hacia la preminencia global de China.

Se tiene la esperanza de que Biden logre revitalizar la democracia occidental, en sus alianzas con Europa, para aminoran estos riesgos de la nueva era de la “guerra fría II”. Se requiere un “detente” sobre China, conjuntamente neutralizar el resurgimiento de Rusia y contener una especie de “no-alineados” del tercer mundo, liderados por India y Brasil. La fragilidad de los acuerdos globales se hizo evidente en COP26 y allí le correspondió a los desarrollados del mundo occidental impulsar los compromisos más serios, mientras estos últimos aprovechaban sus posiciones de “free-ryders” (incluyendo la penosa posición de Australia en defensa de su miope defensa del sector minero).

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