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Ambiente 06/07/2017

Acuerdo climático de París y abandono de Estados Unidos

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Así, de entrada, la salida de Estados Unidos del acuerdo implica un aumento de 3% en la emisión global de gases

A inicios de junio, el presidente Donald Trump anunció la salida de Estados Unidos del acuerdo climático que se había logrado en París a finales de 2015, durante la Convención Marco de las Naciones Unidas. Dicho acuerdo se había consolidado como uno de los grandes logros ambientales de las últimas décadas, pues 195 países se habían comprometido a limitar el aumento de la temperatura global a no más de 2°C. Aunque muchos países emergentes no habían adoptado políticas fuertes y creíbles (como China e India), la idea era que existía un compromiso para apuntarle al límite de un incremento del orden de 1,5°C.

También se habían adquirido otros compromisos no menos importantes, tales como: i) reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hacia niveles catalogados como tolerables por la naturaleza (aunque ello solo ocurriría en el muy largo plazo hacia 2050-2100); y ii) apoyo financiero de los países desarrollados a los países en desarrollo, siendo esta la medida más polémica al requerirse recursos por cerca de US$100.000 millones/año hacia 2020.

El abandono de Estados Unidos de dicho acuerdo fue justificado por Trump argumentando que su país requería mantenerse competitivo frente a China e India, quienes no habían adquirido compromisos serios frente a la emisión de gases de efecto invernadero. Además, Trump quería recuperar puestos de trabajo en su sector minero-energético, donde estuvo una base importante de su triunfo, y así honrar sus compromisos de campaña. Cabe aplaudir que empresas petroleras como ExxonMobil y Shell le hubieran salido al paso a estos comunicados de Trump al anunciar que permanecerían firmes con las metas del acuerdo de París y que buscarían profundizar sus esquemas de energías renovables.

Sin embargo, no cabe duda de que estas políticas de Trump representan un retroceso en la lucha contra el calentamiento global. Aun si Trump no fuera reelecto en 2020, existe un “riesgo moral” de contagio de abandono por parte de otros países que quieran jugar también al “free-riding”, afectándose las metas de rebalanceo de la matriz energética global. Sin ir muy lejos, India es un caso preocupante, pues su compromiso no ha sido fuerte y en ese país la generación eléctrica a carbón representa cerca de un 70% de su fuente energética.

La salida de Estados Unidos del acuerdo climático también desafía el cumplimiento de las metas que se habían establecido, pues ese país es responsable de 20% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Nuevamente, el “free-riding” de China está a mano, pues este es responsable de otro 30% de esas emisiones.

Además, Estados Unidos se había comprometido a reducir sus emisiones en cerca de 28% a la altura del 2025 frente a sus niveles de 2005. Así, de entrada, su salida del acuerdo implica un aumento de 3% en la emisión global de gases. En el largo plazo, este efecto implicaría un incremento de 3,6°C por encima del promedio de la era preindustrial, equivalente a un deterioro de 0,3°C frente a las metas del acuerdo.

Todo ello evidencia los desafíos ambientales derivados de la elevada concentración de la matriz energética en los combustibles fósiles. En efecto, la demanda energética mundial continúa recargándose excesivamente sobre el petróleo, con una participación de 33% dentro del total de fuentes de 2016. En segundo lugar figura el carbón (con un 28%), por cuenta del uso intensivo que hacen China, India e Indonesia. A futuro, el gas natural (con un 24% del total) debería entrar a sustituir buena parte del carbón. Por su parte, las fuentes energéticas renovables continúan con baja participación (solo 3% del total). Así, contener el calentamiento global pensando solo en las no renovables luce algo quijotesco.

Ahora bien, cabe preguntarse: ¿qué papel juega Colombia y cómo está compuesta su matriz energética? El petróleo es la principal fuente energética del país, concentrando el 39% del total (arriba del promedio global). En segundo lugar se ubica el gas natural (23% del total), gracias a su incremento reciente, tanto en procesos industriales como en generación térmica. Nótese que el carbón en Colombia solo participa con un 11%, pues el grueso se exporta (siendo el quinto exportador mundial). Esto se explica por las bondades de tener una alta participación en fuentes hídricas (26%), las cuales aportan cerca de 70% de la energía eléctrica del país.

Pero, infortunadamente, Colombia también registra un bajo uso de fuentes renovables de energía, con solo un 1% del total. Aquí se refleja la falta de incentivos para sustituir la energía del sistema interconectado por energías alternativas (incluyendo bagazo de caña o la incorporación de energía eólica, a pesar de haberse expedido la Ley 1715 de 2014).

Así, la agenda energética global tiene múltiples tareas por resolver, a saber: i) ahondar en el control de emisión de gases tan pronto como en 2020-2050, donde la salida de Estados Unidos del acuerdo climático de París pone tensión adicional; y ii) masificar las energías renovables (particularmente la solar y la eólica), donde el principal desafío es reducir los costos de almacenamiento.

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