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Analistas 24/08/2022

La oposición en Colombia

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

Cualquier gobierno democrático sano debe estar acompañado de una oposición que cuente con todas las garantías, de la misma manera que sus instituciones deben estar diseñadas con un robusto sistema de pesos y contrapesos. En Colombia, las fuerzas y movimientos políticos que eligieron a Gustavo Petro hicieron pleno uso de los mecanismos de la oposición durante todo el gobierno anterior. Es más, algunos cruzaron la línea cuando apoyaron elementos violentos que se tomaron las marchas. El hecho es que ahora son gobierno y la pregunta es quién queda con la gran responsabilidad de ejercer el control político.

Aquí nos encontramos con una particularidad y es que los partidos que conforman casi una tercera parte del Congreso, como el Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido de la U, han decidido ser parte del gobierno y de su coalición política, sin haberlo apoyado electoralmente. No discutiré en esta columna sus razones, pero queda claro que de estas corrientes políticas no habrá oposición.

Llegamos entonces al Centro Democrático (CD), liderado por el expresidente Uribe, quien ha tomado una decisión prudente, en vista del proceso que le tienen montado, de estar relativamente callado. Pero tiene destacadas lugartenientes como las senadoras María Fernanda Cabal y Paloma Valencia, que han llenado el vacío con creces y de manera frentera y decidida. En el plano económico, y ya durante la discusión de la reforma tributaria, me imagino que veremos alzarse voces autorizadas de esa corriente como Oscar Darío Pérez y Christian Garcés. Aquí la única limitante es el universo limitado de quienes representan estas voces, toda vez que el CD como bancada parlamentaria solo obtuvo el 12% de la votación en Senado.

Podría argumentarse entonces que la oposición no se circunscribe al Congreso de la República sino a fuerzas nacionales más amplias. Bajo esta óptica el primero que resalta es Rodolfo Hernández, quien no solo le pisó los talones a Petro en la segunda vuelta con 10,5 millones de votos, sino que también tiene una tribuna asegurada en el Senado. Sin embargo, la realidad es que el exalcalde defraudó a su electorado no solo con su pobre campaña después de la primera vuelta, sino también con sus declaraciones erráticas posterior a su derrota, aunado a la imagen de un abrazo innecesario con su contrincante.

Queda Fico Gutiérrez, quien quedó de tercero en la primera vuelta con más de 5 millones de votos. Ya lo hemos visto reactivado dando opiniones sobre la reforma tributaria, y creo que en el futuro oiremos más de él. Fico encarnó durante la campaña un voto de centro y de centro derecha, antipetrista pero no necesariamente uribista, que se siente huérfano en este momento tanto en vocería como en representación en los cuerpos colegiados. Y con casi todos los partidos en el gobierno, salvo el CD y Cambio Radical, he aquí un vacío y una oportunidad para una nueva fuerza política en Colombia.

Ahora bien, creo que tardará un tiempo para que la oposición tome forma en Colombia. Todavía estamos en los albores de un nuevo gobierno cuya agenda ya genera discusiones de fondo acerca del futuro del país, de su proyección económica, y de las relaciones con nuestros vecinos y los Estados Unidos. Errores se van a cometer y el desgaste apenas comienza. Mientras tanto, la mitad del país que no votó por Petro tendrá que encontrar la forma de expresarse y los voceros que la representan. Y tengo la absoluta confianza, que el debate, tanto en el Congreso, como en la opinión y los medios, enriquecerá nuestra democracia y evitará que nos salgamos del cauce de nuestra institucionalidad democrática.

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