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Analistas 03/11/2021

El reto de nuestras vidas

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

Esta semana se dio inicio en Glasgow a la Conferencia del Cambio Climático de la ONU (COP26) y se me vino a la memoria una noticia de hace días sobre un reporte de la Dirección Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, que señala a Colombia entre las 11 naciones con más riesgo y que más preocupan a ese país por los efectos del cambio climático, que amenazan, según ese informe, nuestra seguridad energética y alimenticia, entre otros.

Esto no deja de ser paradójico toda vez que nuestro país ni ha sido ni es un gran emisor de gases de infecto invernadero (solo 0,6% del total mundial), más aún cuando contamos con una matriz de generación energética mucho más limpia que el promedio. Pero esta es la maldición del cambio climático… no importa cómo ha sido nuestro comportamiento, igual vamos a padecer las consecuencias que son globales, y lo peor, por ser un país tropical, podemos enfrentar mayores trastornos.

En medio de esta coyuntura llega el presidente Duque a la COP26 y promete que “ratificaremos los compromisos de Colombia en reducción de 51% de emisiones de CO2 a 2030 y lograr la neutralidad de carbono a 2050”. No tengo razones para dudar del compromiso de nuestro país. Es más, durante los primeros días de esta crucial cita, hemos recibido elogios de nuestros pares y compromisos de apoyos por US$366 millones hasta 2025 por parte de Alemania, Noruega, y el Reino Unido. ¿Dónde están los demás? El problema es que no es claro el compromiso del resto del mundo, especialmente de China e India, dos de los tres mayores contaminantes, que dependen del carbón para su generación eléctrica, en 50% y 75%, respectivamente. Este último, en cabeza de su primer ministro Narendra Modi, solo prometió la neutralidad de carbono hasta el año 2070.

Lo que es más deprimente aún es que si se cumplen los compromisos de la pasada cumbre de París, la elevación de la temperatura promedio por encima de niveles preindustriales sigue en camino a superar los 2°C, desembocando en peores trastornos climáticos y un mayor nivel de mar.

Y es aquí donde el desafió se pone más difícil, porque tenemos que evitar que el nivel de calentamiento suba de 1,5ºC y para eso los países industrializados, China incluido, tendrán que aportar sumas muy grandes para lograr que los países en desarrollo puedan transformar su matriz de generación energética, reducir y compensar sus emisiones, ampliar sus áreas protegidas tanto marítimas como terrestres, crear economías circulares y ubicar la sostenibilidad en el mismo ADN del funcionamiento propio del sector publico y privado.

Esa transferencia de dinero se calculó hace seis años en US$100.000 millones anuales y se quedaron muy cortos. Y por lo menos, en los presupuestos actuales de muchos países ricos, esa platica no se ve.

Habrá que ver las conclusiones de Glasgow, pero mucho me temo que no vamos a lograr hacer lo suficiente y suficientemente rápido para evitar desastres climáticos de mayor envergadura. En algún momento, tendremos que empezar a considerar, además de los esfuerzos actuales y planeados, un gran esfuerzo de geoingeniería para empezar a secuestrar el CO2 de nuestra atmósfera, lo cual probablemente costará más que cumplir las metas de París.

Pero no se avizora en el futuro cercano otra formula para revertir el daño causado, ya que solo estamos limitando un mayor daño a futuro. Y eso que no hemos profundizado en los temas de biodiversidad, limpieza de los océanos y la muy peligrosa alcalinización de sus aguas. En soluciones, estamos solo tocando la punta de un iceberg que se está derritiendo.

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