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Desde 2010, las Naciones Unidas reconocieron que “el derecho al agua potable y el saneamiento es un Derecho Humano esencial para el pleno disfrute de la vida”. Esto implica que toda persona, sin discriminación, debe disponer de agua suficiente, segura, aceptable, y accesible para uso personal y doméstico, y comprende el consumo, el saneamiento, la preparación de alimentos y la higiene.
Sin embargo, la realidad es diferente y alarmante. La escasez de agua afecta a más de 40% de la población mundial, más de 700 niños menores de cinco años mueren todos los días a causa de agua insalubre o un saneamiento deficiente, unos 4.000 millones de personas -casi dos tercios de la población mundial- padecen escasez grave de agua al menos durante un mes al año, 700 millones de personas en el mundo podrían verse forzadas a ser desplazadas, debido a la escasez de agua de aquí al 2030, e incluso la ONU muestra cómo el agua se ha convertido en un arma de guerra, porque en zonas de conflicto cortan el suministro de agua potable, atacan las tuberías y exponen a miles de personas a beber agua contaminada, lo que genera más muertes que las balas o las bombas.
A estas cifras se suman los niveles de desperdicio, donde se requiere reducir y reutilizar hasta un 80% del agua que se malgasta en las casas, ciudades, industrias y uso en agricultura. Frente a ello, la ONU también hace un llamado a aumentar la recolección y tratamiento de las aguas residuales y reciclarlas de una forma segura. Al mismo tiempo, necesitamos reducir la cantidad de agua que contaminamos y malgastamos para ayudar a proteger el medio ambiente y los recursos hídricos.
El impacto de estas realidades en el ámbito económico, presentado en el informe sobre el desarrollo mundial del agua 2019, que realiza ONU-Agua, dice: “Si la degradación del medio ambiente natural y la presión insostenible sobre los recursos hídricos mundiales continúan a las tasas actuales, el 45% del Producto Interno Bruto mundial y el 40% de la producción mundial de cereales estarán en riesgo para 2050”.
El agua está en el epicentro del desarrollo sostenible y es fundamental para el desarrollo socioeconómico, la energía y la producción de alimentos, los ecosistemas saludables y para la supervivencia misma de los seres humanos. El agua también forma parte decisiva de la adaptación al cambio climático, y es el vínculo entre la sociedad y el medioambiente, afirma la ONU.
Es crucial, urgente y vital hacer cambios frente a la protección y gestión de un recurso que se agota, estos incluyen desde hábitos individuales, hasta las políticas de Estado que deben ser más exigentes para proteger los recursos hídricos, y promover el buen uso del agua; por su parte, las organizaciones deben adoptar una economía circular para tener un sistema de aprovechamiento de recursos; además de trabajar con decisión en las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en especial el ODS 6, que busca garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el saneamiento para todos.
Por tanto, la recomendación de la ONU es que la mejora de la gestión de recursos hídricos y del acceso seguro al agua y al saneamiento para todos es fundamental para erradicar la pobreza, construir sociedades prósperas, pacíficas, y para asegurarse que nadie se quede atrás en el camino hacia el desarrollo sostenible.
El primer daño es el tránsito de la búsqueda genuina de la verdad hacia la imposición de la posverdad, donde los hechos dejan de importar y son reemplazados por narrativas conveniente