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Analistas 17/05/2022

Transición y seguridad energética

Sandra Fonseca
Directora Ejecutiva de Asoenergía

La transición energética tan impulsada en este último quinquenio representa hoy en día una incertidumbre para la demanda, pues si bien, los usuarios somos conscientes de la necesidad de contar con una energía sostenible, el mundo enfrenta un riesgo de desabastecimiento, que aún a precios altos, parece incrementar la inseguridad energética.

El cambio de balance de recursos en gas y en carbón derivados de la guerra en Ucrania, los vetos al gas y el carbón de Rusia, el desvío de recursos hacia China; la creciente necesidad no cubierta del respaldo ante la intermitencia de las renovables, la limitación en capacidad real del almacenamiento, la velocidad de implementación de nuevas tecnologías; muestran que el mercado exige un redireccionamiento en la necesidades energéticas, bajo, además, escenarios de inflación y restricciones de insumos y logística.

Veamos algunos ejemplos, Alemania uno de los países líderes en las metas de transición en Europa, que con todo su compromiso aún no logra alcanzar sus objetivos para el año 2020, está volviendo al uso de la energía nuclear y está buscando abastecimiento de carbón, inclusive en Colombia. Por supuesto en años recientes incrementó su generación con energía solar fotovoltaica y eólica, pero la transición no ha llegado al transporte, las viviendas o la industria; y actualmente es neto importador de energía cuando era exportador de la misma en Europa. Su plan de expansión de la red no se ha cumplido ni a la mitad; cuyos usuarios están manteniendo costos de energía alta y teniendo su seguridad energética en mayor riesgo. Ahora este país se plantea revisar su plan de retiro de plantas de carbón y aceptar la necesidad de incrementar subsidios.

Comparemos esta situación con la transición en China, que también ha incrementado su generación con renovables, pero que en los últimos 12 meses ha enfrentado igualmente problemas de seguridad energética. Potencia que explícitamente acepta que es difícil acelerar su transición, cuya industria depende mayormente de la generación a carbón, y que hoy está aumentando su importación del mismo desde Rusia. A pesar de su incremento en renovables, el crecimiento de la demanda es mayor y requiere de combustibles fósiles para su seguridad. Su mayor dificultad para integrar las renovables, esta igualmente asociada al sistema eléctrico que necesita equilibrar los desajustes en tiempo real entre la demanda y la oferta de electricidad para garantizar la estabilidad de la red.

Sin embargo, la intermitencia de las energías renovables hace que no sea fácil aumentar o disminuir su potencia en función de las fluctuaciones de la demanda de electricidad; estabilidad que dependerá del desarrollo del programa de almacenamiento a gran escala cuyo costo afecta la competitividad de estas fuentes. Su reciente plan energético ajustado (2022), busca incrementar su autosuficiencia en gas y carbón a 84% en 2025, recursos que hoy llegan mayormente de importaciones. Su plan ahora se denomina “sistema de energía moderno”, definido como: “bajo en carbono, inteligente, diversificado y multi-polarizado (pluripolar)”. Se destaca el papel del carbón para “garantizar las necesidades energéticas básicas” y donde se subraya la importancia de la energía del carbón para apoyar el sistema eléctrico y proporcionar servicios flexibles en el pico para ayudar a aumentar la cuota de las energías renovables en la red eléctrica. También espera aumentar su capacidad de almacenamiento de gas.

Solo dos ejemplos para analizar y entender nuestra experiencia en Colombia, sí suministramos carbón al mundo, tal vez debamos desarrollar no solo un plan de expansión con fuentes eólicas o solares, sino grandes hidroeléctricas con reservas (almacenamiento), y volver al gas. Transición pero con seguridad energética debe ser la prioridad.

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