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Analistas 15/10/2020

Impuestos y cultura cívica

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

James Madison, uno de los principales artífices de la Constitución de Estados Unidos y promotor de las enmiendas para proteger los derechos ciudadanos conocida como The Bill of Rights, afirmaba que ‘el poder para fijar impuestos sobre las personas y sus propiedades es un elemento esencial de la existencia misma de un gobierno’.

Por su parte, Oliver Wendell Holmes, magistrado de la Corte Suprema de Justicia entre 1902 y 1932, declaraba que ‘Los impuestos son el precio que pagamos por una sociedad civilizada’.

Esta formulación establece el vínculo entre el pago de impuestos y el suministro de servicios y bienes públicos que contribuyen a elevar el nivel de vida y el bienestar material y cultural de una comunidad. Descritos de esa manera, puede afirmarse que los impuestos representan una versión moderna del denominado contrato social.

El profesor de economía de Columbia University, Jeffrey Sachs, utilizó la formulación del magistrado Holmes para el título de su libro, The Price of Civilization, en el cual les recomienda a sus compatriotas restaurar las virtudes cívicas de la honestidad y la equidad como bases de la prosperidad de la nación.

Las citas anteriores hacen explícitos varios conceptos elementales, cuya interrelación no siempre es obvia. Los impuestos son indispensables para la existencia de un gobierno. Pagarlos permite suministrarle a la sociedad los requisitos para su bienestar.

Como pagarlos no es una actividad placentera que conduzca a incrementar la popularidad gubernamental, les compete a los dirigentes responsables conformar una cultura cívica que induzca a cumplir con ese deber ciudadano y a crear un clima de opinión mediante el cual la evasión de impuestos sea percibida como un atentado contra la equidad social.

Si bien las citas anteriores provienen de la tradición política estadounidense, resultan relevantes para la actualidad fiscal colombiana. Se están abriendo camino iniciativas de origen parlamentario tendientes a debilitar las finanzas gubernamentales, al tiempo que se solicita incrementar el gasto público. El mensaje que se está transmitiendo es que los impuestos son malos.

En contra de la opinión generalizada de que Colombia esta agobiada por los impuestos, el recaudo tributario del país, del orden de 14% del PIB, es bajo. (La distribución de los impuestos es desigual, pero esa es otra discusión) Para una nación semi-industrializada de ingreso medio alto, esa cifra debería estar cercana a 20% del PIB.

Si el país desea conservar el grado de inversión, tendrá que escoger en un futuro próximo entre elevar en forma significativa el recaudo tributario o implementar un recorte drástico del gasto, a expensa de la inversión pública y de los programas sociales. Esta es la labor didáctica que deberían estar haciendo los dirigentes políticos, en vez de delegarles la tarea a los economistas.

A mediano plazo, si Colombia desea alcanzar un nivel de ingreso anual por habitante de US$20.000, y evitar caer en la denominada trampa de los países de ingreso medio, tendrá que incrementar de manera considerable el esfuerzo tributario de todos los contribuyentes, sin excepción.

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