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La celebración del 75º aniversario del Día D, el desembarco aliado en Normandía, sirvió para evocar un evento memorable de la historia contemporánea. Para las naciones europeas sometidas al yugo nazi, marcó el comienzo de su liberación. Para los protagonistas de la arriesgada, pero exitosa invasión al continente europeo, fue la confirmación de que la guerra estaba llegando a su etapa final.
Las ceremonias conmemorativas en el Reino Unido y en Francia permitieron comprobar la magnitud de la transformación económica y política que ha tenido lugar en Europa Occidental después de los traumatismos de la segunda guerra mundial. También ha puesto de presente el contraste entre la visión del mundo de los principales dirigentes europeos y la del actual presidente de Estados Unidos. Aquello que para los primeros representaba el triunfo de la democracia liberal y el inicio de una etapa de construcción institucional multilateral, para Donald Trump era una demostración del poderío militar norteamericano.
El intento por conciliar estas visiones discordantes se convirtió en un diálogo de sordos. Esto revela la controversia transatlántica que produce un gobernante adversario de la Unión Europea, que ha declarado obsoleta a la Otan y que está socavando las instituciones democráticas en su propio país.
Durante el banquete en Buckingham Palace, ofrecido en honor del presidente Trump, la Reina Isabel declaró: ‘Después de los sacrificios compartidos de la segunda guerra mundial, Gran Bretaña y Estados Unidos trabajaron con otros aliados para construir un conjunto de instituciones internacionales para asegurar que los horrores del conflicto jamás volverían a repetirse. Si bien el mundo ha cambiado, siempre mantenemos presente el propósito original de esas estructuras: que las naciones colaboren para salvaguardar una paz alcanzada con tanto esfuerzo’.
La primera ministra, Theresa May, le obsequió a Trump una copia de la Carta Atlántica de 1941, en la cual Winston Churchill y Franklin Roosevelt sentaron las bases para lo que habría de ser el orden internacional liberal de la posguerra. Luego, en Normandía, el presidente Emmanuel Macron, argumentando a favor de preservar las instituciones internacionales conformadas al terminar la segunda guerra mundial afirmó: ‘Nunca debemos dejar de valorar la alianza de pueblos libres’.
Unos días antes, la Canciller de Alemania, Angela Merkel, hizo explícitas sus diferencias con el nacionalismo aislacionista durante la ceremonia de graduación de la Universidad de Harvard. Hizo referencia al discurso del Secretario de Estado George Marshall de 1947, en un evento similar en Harvard, en el cual anunció el programa de asistencia masivo a Europa que permitió transformar a Alemania de un enemigo de Estados Unidos a un aliado suyo.
Defendió la Unión Europea y argumentó contra el proteccionismo y los conflictos comerciales que perjudican a las dos partes y ponen en peligro ‘los fundamentos mismos de nuestra prosperidad’. Dirigiéndose a los graduandos, Angela Merkel les recomendó ‘derribar los muros de la ignorancia y el prejuicio, abrazar la lucha contra el cambio climático y tener el coraje para no describir mentiras como verdad, ni la verdad como mentiras’.
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