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Analistas 22/02/2017

El invierno del descontento

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda
La República Más
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El invierno boreal ha estado relativamente moderado en términos climáticos.  En cambio, transcurrido un mes del inicio del nuevo gobierno, Estados Unidos está experimentando un nivel inusitado de descontento popular.  La proliferación de decisiones presidenciales improvisadas ha creado desconcierto y confusión.  La medida contra los inmigrantes y refugiados procedentes de un grupo de países islámicos, cuya aplicación fue suspendida por orden de una corte federal, dio lugar a escenas dramáticas en los aeropuertos internacionales del país y al rechazo por parte de universidades, empresas y organizaciones no-gubernamentales.  El estilo de la administración ha sido descrito como el de la malevolencia, temperada por la incompetencia.

Un gobernante poco aficionado a la lectura ha logrado estimular el interés en obras literarias relacionadas con el desmantelamiento de la democracia liberal.  It Can’t Happen Here, de Sinclair Lewis y The Plot Against America, de Philip Roth son versiones ficticias del triunfo de un régimen fascista en Estados Unidos. 1984, la novela futurista de George Orwell sobre la sociedad dictatorial, se ha convertido en un best seller. El Ministerio de la Verdad, el culto del Gran Hermano, el eslogan La Ignorancia es Fortaleza y la obligación para los miembros del partido de participar en el ritual diario de dos minutos de odio contra los enemigos del régimen, empiezan a encontrar resonancias actuales.

Para algunos observadores, lo que está sucediendo evoca recuerdos de las experiencias dictatoriales de Alemania y de Italia en el siglo pasado. Otros encuentran similitudes con la forma como Vladimir Putin ha concentrado el poder personal en Rusia. Desde una perspectiva latinoamericana, Juan Domingo Perón y Hugo Chávez son ejemplos de personajes  que después ganar unas elecciones en un sistema democrático, procedieron a conformar autocracias populistas.  Todos esos ejemplos tienen en común el sometimiento de la justicia, la eliminación de la libertad de prensa y la exaltación de la figura del líder.

En medio de un panorama preocupante para las libertades individuales y la vigencia del imperio de la ley, deben señalarse varios aspectos positivos. El ordenamiento institucional ha respondido con efectividad a los primeros indicios de arbitrariedad presidencial. El gobierno acudió a una corte de apelaciones en contra de la decisión del juez federal de dejar sin vigencia la medida contra inmigrantes y refugiados islámicos, argumentando que las decisiones del presidente en materia de seguridad nacional no estaban sujetas a la revisión del poder judicial. La corte conceptuó que semejante pretensión ‘contraviene la estructura fundamental de nuestra democracia constitucional’ y negó la apelación por unanimidad.

La resistencia a implementar el nacionalismo xenófobo por medio de órdenes ejecutivas está tomando varias formas. Los alcaldes de las principales ciudades se niegan a colaborar con las autoridades federales para deportar a inmigrantes indocumentados. Hay manifestaciones de apoyo a los refugiados y a los musulmanes. La sociedad civil se ha movilizado en defensa de los derechos de la mujer, la ciencia y la libertad de prensa. Donald Trump está recibiendo unas lecciones acerca de los límites del poder.

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