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Analistas 24/08/2017

El costo del proteccionismo agrícola

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

El sector agropecuario ofrece algunos indicadores positivos que apuntan hacia su potencial como fuente de crecimiento y de bienestar, siempre y cuando disponga de un contexto adecuado de políticas públicas. En una coyuntura de ralentización de la actividad económica, la agricultura se destaca como uno de los sectores líderes. En lo que respecta al comportamiento del mercado laboral, el nivel de desempleo nacional supera con creces el nivel de desempleo rural. En algunas regiones del país se observan fenómenos de escasez de mano de obra.

Además de la trayectoria favorable de actividades tradicionales como la caficultura y los cultivos de flores y bananos, empiezan a surgir renglones nuevos, tales como la exportación de piñas, aguacates y cacao. La avicultura y la porcicultura han tenido incrementos de producción significativos, gracias al acceso a materias primas importadas al amparo de los acuerdos de libre comercio vigentes. Formas imaginativas de asociación están demostrando la posibilidad de acometer proyectos agrícolas de gran escala, en los cuales participan unidades productivas de diferentes tamaños.

Dicho esto, la insuficiente inserción en la economía internacional y el excesivo proteccionismo han conducido a un crecimiento del sector agropecuario bastante inferior al de su potencial. Colombia tiene las condiciones de clima, de suelos y la dotación de recursos hídricos que le permitirían disponer de una economía rural vigorosa y próspera. La agricultura podría convertirse en un factor de crecimiento económico, de bienestar y de dinamismo exportador. Las comparaciones internacionales revelan la dificultad que ha tenido el país para convertir en realidad las posibilidades que podrían estar a su alcance.

Al situarlo dentro de un contexto internacional, el desempeño del sector agropecuario colombiano es deplorable. Así, por ejemplo, en países como Brasil y Perú la producción agrícola por habitante registra incrementos superiores al 100% respecto a la de 1990, mientras que la de Colombia fue inferior a 10%. Esa debilidad se refleja en la falta de dinamismo del sector agroexportador. Semejante estado de cosas no es atribuible al azar, obedece a un esquema diseñado para favorecer a unos pocos, a expensas de la economía y de los consumidores. Es la consecuencia de una política de proteccionismo agrícola que responde a la presión de grupos privilegiados de productores, y perjudica al resto de la sociedad.

Fedesarrollo y la Universidad Eafit han hecho un valioso aporte a la discusión de este tema con el documento titulado Política Comercial Agrícola: Nivel, Costos y Efectos de la Protección en Colombia, elaborado por investigadores de ambas instituciones. Al calcular los beneficios que se obtendrían con la eliminación de las barreras arancelarias, encuentran que “la sociedad está sacrificando el 1,46% del PIB y los hogares estarán dedicando entre el 0,9% y el 3,4% de su ingreso a pagar los costos de la protección brindada a los sectores agrícolas y agroindustriales”. Este documento será de gran utilidad para quienes enfocan la política agropecuaria tanto desde la perspectiva de la eficiencia económica como desde la de equidad social.

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