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Analistas 13/06/2025

Mártires modernos

Roberto Rave Ríos
Presidente ejecutivo Laick - Cofundador Libertank

No cabe duda: estamos afrontando uno de los momentos más complejos de la historia reciente de Colombia. Esta semana amanecemos con el peso de la incertidumbre, la tristeza que despierta la compasión y, sobre todo, con grandes interrogantes sobre nuestro porvenir: ¿Qué nos espera en el futuro? ¿Es Colombia un país en el que podemos soñar? ¿Vale la pena luchar por este país?

Bajo este paradigma, resulta evidente que, a veces, la mayor prueba de coraje es entregar la propia existencia por algo más grande que uno mismo. El terror no es el camino de los valientes, de aquellos que albergan grandes causas en su alma. La vida nos incomoda, nos fractura, nos destruye, y en ese mismo proceso selecciona a sus mártires: hombres y mujeres que, desde lo más profundo del corazón, están dispuestos a afrontar cada adversidad para construir un país mejor. Son diferentes de quienes se acobardan y eligen la ruta fácil: el olvido, la indiferencia, la crueldad.

Miguel Uribe es el eco de una historia marcada por la pérdida, pero escrita con firmeza y esperanza. Hijo del dolor y del deber, representa a una generación que no hereda rencores, sino propósitos. Es un puente entre un pasado que duele y un país que aún busca reconciliarse consigo mismo.

Hoy, resulta desalentador abrir los ojos y enfrentarse a un panorama tan hostil en nuestra Colombia. Es doloroso ver cómo se derrama la sangre de una patria herida. Sin embargo, quienes sentimos con fervor las montañas, los ríos, los caminos, la gente; quienes admiramos el sudor en la frente de los arrieros, las sonrisas de los niños y el canto de la naturaleza misma, vemos esto como una llamada a la acción: un llamado a ser una solución más grande que el problema. Es un llamado a reafirmar nuestra posición y nuestra convicción.

Mi generación, la de finales de los años 80 y las que vinieron después, creció en un país que dejaba atrás la violencia, las bombas, las amenazas y el terror. Algunos ni siquiera conocieron, ni en los libros, el pasado oscuro que Colombia experimentó; otros prefirieron ignorar nuestra historia y hostigar a los héroes del pasado con narrativas ideológicas superficiales. Hoy, sin embargo, hemos regresado a nuestras más grandes batallas, y es mi generación la llamada a luchar por devolver la esperanza y los sueños a millones de colombianos. Ya no basta con estudiar la historia para enjuiciarla; ahora debemos construir nuestra propia historia a fuerza de coraje, sudor y entrega.

No se trata de ideologías vacías. Se trata de la patria. Se trata de si vamos a seguir aceptando que se le dispare a la diferencia o si por fin vamos a convertir el dolor en propósito. No tenemos miedo, estamos llenos de un coraje que no negocia con las balas.

Construiremos un mejor país. Nuestra patria, tan digna y noble, no puede entregarse a las garras de quienes, guiados por ideologías vacías, buscan convertirnos en esclavos de su ambición. Y para terminar recordemos que no todos los mártires mueren. Algunos sobreviven y viven para recordarnos que incluso heridos, aun se puede caminar.

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