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Estos meses haciendo frente a la cultura del departamento de Antioquia, me han servido para ver la realidad de estos héroes que dedican su vida a las letras, a las guitarras, a la danza, a la pintura, al teatro. En todas las esquinas del departamento, escucho a los agentes culturales decir: Nosotros no necesitamos que nos regalen nada, solo queremos la posibilidad de visibilizarnos y vivir del talento que tenemos en el alma.
En Colombia ser artista es un acto de resistencia, es vivir en el plano de lo heroico. Un estudio reciente sobre Antioquia realizado por el Instituto de Cultura y Patrimonio, ProAntioquia y la Universidad de Antioquia, afirma que: 91% de los agentes culturales pertenecen a los estratos 1, 2 y 3, más de 60% no pueden vivir de su quehacer cultural, 97% no son beneficiarios de Beps (Beneficios Económicos Periódicos), la mayoría ganan menos de un mínimo salario básico, un porcentaje alto no tendrá acceso a pensión durante su vejez y en el presente no cuentan ni siquiera con la posibilidad de acceso al sistema de salud.
La cultura no necesita formalizar la informalidad, sino informalizar la formalidad por medio de pocos impuestos, reglas sencillas que faciliten la creación de emprendimientos culturales y el ingreso a la formalidad. Petro hace lo contrario con su reforma tributaria y mientras se le suben los impuestos a la cultura, el Ministerio de la cultura ha tenido una disminución presupuestal de más de 20% y su ejecución no supera 50% del presupuesto asignado.
La iniciativa busca recaudar $26,3 billones para financiar el presupuesto de 2026. Uno de los mecanismos es gravar con IVA del19% las boletas de conciertos, espectáculos culturales y deportivos que superen los 10 UVT (unos $497.990). El problema es que a ese IVA se suma la contribución parafiscal de 10% que ya existe. En la práctica, los organizadores advierten que el precio final de las entradas podría aumentar hasta en un 29% más los diferentes gravámenes que deben pagar como empresa privada.
Este golpe no es un tecnicismo contable: es un mazazo directo sobre la cultura. En un país donde la mayoría de artistas sobrevive con ingresos inestables, donde cada evento es una apuesta arriesgada, encarecer las boletas significa reducir el público, encoger los presupuestos y, finalmente, cancelar conciertos montajes y nuevas posibilidades para los artistas emergentes.
Los números no mienten. Solo en Bogotá, los conciertos de Shakira dejaron más de $139.000 millones en la economía local. Cada festival, cada gira internacional, cada obra teatral, no solo alimenta el alma: mueve hoteles, restaurantes, transporte, turismo y empleo. Y no es un sector marginal. La economía cultural y creativa ya representa 4,4% del PIB, más que la minería o la construcción e inclusive en mi región Antioquia, más que el turismo.
El Gobierno dice que la medida solo toca a quienes pueden pagar boletas costosas. Pero esa visión desconoce la fragilidad del ecosistema cultural. Menos público significa menos inversión y menos artistas en escena. Al final, no es solo el consumidor de alto ingreso el que paga: es toda la cadena cultural, desde el joven violinista que sueña con una orquesta hasta el técnico que arma las luces de un escenario.
Aquí está el verdadero problema: la cultura no puede depender del Estado. Cuando el arte vive de subsidios, muere en la burocracia. Lo que necesita es libertad, reglas claras y un entorno donde el público y la empresa privada puedan ser sostenibles. El arte florece cuando es autónomo, cuando responde al talento y al mérito, no cuando se convierte en rehén de un presupuesto público o de una reforma tributaria que lo exprime.
Gravar la cultura es asfixiarla. Ponerle IVA a un concierto es cobrarle impuestos al alma de un pueblo a su cultura y la posibilidad de que los agentes culturales vivan dignamente. Colombia no necesita un Estado que capture a sus artistas, sino un Estado que los deje respirar.
El día que la creación dependa de un formulario y la asistencia a un concierto de una factura inflada, no solo habremos perdido un mercado: habremos perdido un pedazo de nuestra libertad.
En este contexto, el papel de los expertos adquiere mayor relevancia. Contar con asesoría profesional facilita los procesos legales, fiscales y cambiarios que, aunque están diseñados para ser claros, pueden resultar complejos para quien llega por primera vez
El comercio no es una guerra silenciosa entre compradores y vendedores. Es un intercambio voluntario en el que ambas partes ganan, siempre