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Cada 10 de diciembre, el Día Internacional de los Derechos Humanos nos invita a reflexionar sobre la promoción y protección de los derechos fundamentales. Es también una oportunidad para que las empresas evalúen su rol como agentes de cambio. Más allá de ser motores económicos, las empresas tienen el potencial y la responsabilidad de contribuir a un entorno más justo y equitativo, actuando como pilares en la transformación social.
Desde la adopción en 2011 de los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos por parte de las Naciones Unidas, el mensaje es claro: gestionar los impactos no es opcional, es una responsabilidad ética y estratégica. Esto es especialmente relevante en sectores como el minero-energético, donde asumir un rol activo en la promoción y garantía de derechos humanos es esencial.
En Cerro Matoso, reconocemos que nuestra legitimidad y el valor de nuestra operación dependen de la incorporación de estos principios en todas nuestras actividades.
El compromiso con los derechos humanos debe traducirse en acciones concretas y medibles. Trabajar junto a las comunidades en su bienestar, proteger los recursos naturales, incluir cláusulas sobre derechos humanos en los contratos, realizar auditorías para identificar mejoras y colaborar con aliados estratégicos son pasos fundamentales. A través de una debida diligencia rigurosa, garantizamos una operación responsable que cumple con los estándares nacionales e internacionales y fomenta la mejora continua.
En 2024, cumplimos cinco años de haber realizado 25 procesos participativos con comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas cercanas a nuestra operación. Mientras que los procesos de consulta previa se aplican a comunidades étnicas, hemos promovido espacios similares con comunidades campesinas. En estos encuentros, se identificaron impactos y se concertaron medidas de manejo en un ambiente de diálogo asesorado por expertos, garantizando participación plena. Esto resultó en acuerdos y programas que fortalecen el acceso a derechos civiles, económicos, sociales, culturales y ambientales.
Gracias a este trabajo conjunto, hemos facilitado el acceso a más de 1.100 hectáreas de tierra para proyectos productivos, la mejora de 2.200 viviendas y el apoyo educativo a más de 250 jóvenes rurales con becas técnicas y superiores, un programa que cumple 10 años. Además, las comunidades generan ingresos como veedores ambientales y viveristas, y refuerzan su identidad cultural mediante iniciativas de fortalecimiento patrimonial.
En un mundo donde las comunidades, empleados y consumidores exigen coherencia y responsabilidad, las empresas que promueven la participación y la no discriminación construyen una reputación que trasciende. Esto no solo es una ventaja competitiva, sino un imperativo moral en una sociedad que demanda justicia y equidad.
Hoy, los líderes empresariales estamos llamados a ser agentes de cambio. Al respetar y promover los derechos humanos, no solo fortalecemos nuestras empresas, sino que también contribuimos a una sociedad donde la dignidad y el respeto sean la norma. Este compromiso debe ir más allá de la búsqueda de valor económico; debe integrar la salud y seguridad de los colaboradores, el cuidado medioambiental y una relación armónica con las comunidades. Este es el liderazgo que necesitamos para construir confianza y garantizar un futuro más equitativo para todos.