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Trabajo e informalidad.
El debate más representativo sobre las últimas cifras del mercado laboral colombiano se concentra en la informalidad y el trabajo por cuenta propia. En realidad, este es el problema estructural más importante, desde al menos tres décadas atrás, y se origina en el espíritu evasor colombiano de huirle a la cotización para la seguridad social, en salud y pensiones.
La informalidad entendida, bajo la actualización metodológica del Dane que no permite empatar series, como todo tipo de trabajador o empleado que trabaje en una unidad productiva con menos de cinco personas T5 y, además, no cotice en seguridad social.
Bajo esa definición, son informales las actividades individuales como el trabajo por cuenta propia, de familiar no remunerado y servicio doméstico, exceptuando aquellos que coticen seguridad social, y el trabajo como jornalero, asalariado o patrón en unidades productivas por debajo de T5, identificadas también como no registradas en Cámaras de Comercio y que no llevan reportes contables, ese es 56% de las personas ocupadas en Colombia.
Por defecto, son trabajadores formales todos los funcionarios de gobierno y los empleados en unidades productivas que superen el T5, además de los patrones, trabajadores por cuenta propia y del servicio doméstico que coticen seguridad social, eso hace 44% de los trabajadores colombianos.
La informalidad siempre ha sido alta en Colombia, pero los ajustes en seguridad social la llevaron a extremos, consecuencia de los cambios generados por la Ley 100/93 y los procesos de tercerización en la contratación laboral. Una comparación entre lo que teníamos en 1994 y lo que tenemos hoy muestra por donde se orientó este mercado (ver tabla).
El año 1994 es un hito para Colombia, con la menor tasa de desempleo en los más de 70 años de información reportada por el Dane. La ENH de entonces decía que teníamos una población de 35,8 millones y la económicamente activa PEA era de 16 millones, con 1,1 millón desempleados, tasa de 7,7%.
Los ocupados se distribuían en ocho millones de asalariados públicos y privados, cuatro millones de cuenta propias y tres millones entre patronos, servicio doméstico, jornaleros y familiares no remunerados. Lo importante de ese momento era la proporción de dos asalariados por un trabajador por cuenta propia.
Treinta años después, ahora con la GEIH, el Dane informa que tenemos una población de 51,9 millones y la económicamente activa en 26,2 millones y 2,5 millones desempleados, tasa de 9,6%. La distribución de ocupados es 10,9 millones de asalariados y 9,9 por cuenta propia, mientras hay 2,9 millones en otras posiciones ocupacionales. Los asalariados ahora son solamente 1,1 por cada cuenta propia.
A pesar de la reducción en las tasas de natalidad, la población colombiana se incrementó en estos 30 años en un promedio de 529.605 personas de las que encontraron alguna ocupación 286.184, distribuidas en 194.079 trabajadores por cuenta propia y 95.395 asalariados. La tendencia es y sigue siendo entrar al mercado como trabajador por cuenta propia, con el objeto de evadir la cotización en seguridad social.
El trabajador por cuenta propia se define como aquel que tiene un activo que convierte en capital de trabajo y fuente de ingresos, el minifundista del campo, el taxista propietario de su vehículo, el tendero, etc. La tercerización convirtió a trabajadores asalariados en trabajadores por cuenta propia negándoles su vínculo real y transformándolos en ajenos para las empresas para las que trabajan. Este es el verdadero problema del mercado laboral colombiano y causa de la creciente informalidad.
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