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Analistas 29/07/2019

Se perdió la palabra

Pilar Ibáñez
Consultora bienestar organizacional

La historia de nuestro pequeño universo humano, nuestra sociedad y cultura inicia mucho antes de que existiera el papel, cuando para conocer nuestras costumbres, historia y formas de convivencia se requería del voz a voz. La palabra era fundamental en el conocimiento y era pasada de un ancestro a otro, con ella se lograba cohesión, servía para conocernos a nosotros mismo y a nuestras comunidades. Sin embargo, tal vez con la llegada de la escritura, y a su vez diferentes formas de interacción, otra forma de comunicación surgió y la palabra pronunciada, oral, fue perdiendo su importancia. El “te doy mi palabra”, “el acuerdo entre caballeros”, que implicaban un compromiso mutuo, que era respetado como un tema de honor, ya no son posibles, ya no son fiables.

Hoy, cuando existe algún inconveniente o diferencia, oímos decir con frecuencia: “Dígame dónde está escrito”, como una forma de señalar “no creo en usted y si no está escrito, no existe”. Ello es consecuencia de la pérdida total del valor de “La Palabra”, así es normal aceptar que “Las palabras se las lleva el viento”.

Esto nos lleva a una sola reflexión: cómo estamos funcionando como sociedad, dónde se quedó el compromiso, el respeto, las ganas de luchar, de vivir en un mundo mejor.

En una conferencia muy interesante en la que estuve en estos días escuchaba cómo señalaban que “los colombianos somos muy conformistas, en un país en el que pasa de todo y no pasa nada”, “un país que es feliz adoptando principios que nunca pone en práctica o aplica”, “un país en el que no deberían aprobar más leyes sino tratar de aplicar bien las ya existentes”.

Y es que hace falta como país rescatar del olvido la importancia de la palabra, el compromiso y sentido de pertenencia de país. Como es costumbre en mis columnas, comparto con uds. algunas ideas básicas para rescatar la importancia de la palabra, es decir, la lealtad, el compromiso y el respeto por sí mismos y por los demás.

Principio primero, cumpla sus promesas. Únicamente si lo va a hacer, comprométase. Los colombianos, y en general los latinos, no estamos acostumbrados a decir NO; les doy algunos ejemplos: si ya sabe que no va a ir a la comida a la que lo han invitado, pues no diga “Sí, más tarde nos vemos allá”, porque seguro están contando con ud. para la comida y usted nunca llega. Si no es posible hacer un favor, ir a recoger, cumplir con lo prometido, no diga que sí lo va a hacer. Créame que es mucho más honorable decir no, que quedar mal porque no cumplió. Esto es aplicable a algunos de nuestros políticos, que muchas veces nos encantan con propuestas que no cumplen en el camino.

Principio segundo, que el voz a voz sea un canal de construcción. Este segundo principio que hace parte de los Cuatro Acuerdos, “ser impecable con las palabras”, lo traigo a colación en un mundo en el que todas las conversaciones giran alrededor de criticar, juzgar y quejarse de los demás. El mundo sería mucho más sano si todos en las redes sociales, radio, televisión, en el pasillo nos dedicáramos a construir país, a crear ideas que construyan, a ser agradecidos de lo que hoy tenemos y a dar soluciones a los problemas.

Y principio tercero, cohesión, somos un solo país. Cuando uno revisa la forma de actuar de los japoneses y la coyuntura a la que deben enfrentarse otros países, la mayoría trabaja en equipo. El nuestro es de los únicos países que no tiene la lucha externa sino interna, hace falta cohesión, vernos como un solo país, dejar de pelear entre personas e instituciones para ver cuál es la que tiene más poder, empezar a escucharse, construir, hacer convenios interinstitucionales y hacer lo que vinimos a este mundo: a transformarnos en mejores seres humanos y ser felices.

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