MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
La evaluación de desempeño es una herramienta estratégica clave en cualquier organización. Sin embargo, en muchos casos sigue siendo percibida como una formalidad anual, punitiva, desconectada del propósito y poco útil para el desarrollo real del talento ¿Cómo transformarla en una experiencia significativa, que potencie el crecimiento personal, el liderazgo consciente y el éxito colectivo? La respuesta está en evolucionar su diseño y enfoque. A continuación, presento algunas prácticas concretas para mejorar las evaluaciones de desempeño, basadas en más de 12 años de experiencia acompañando organizaciones de diversos sectores.
Lo primero, es que en muchas empresas todavía se utiliza el modelo 90°, donde solo el jefe directo evalúa. Esto limita la perspectiva y aumenta el sesgo. Pasar a modelos más integrales como el 180° (que incluye autoevaluación) o el 360° (que suma la mirada de pares, clientes internos y equipos) permite entender cómo realmente se comporta una persona en su ecosistema laboral. Una evaluación 360° bien implementada no solo mide desempeño, sino también liderazgo, reputación interna, comunicación y colaboración. Pero requiere una cultura de feedback maduro y seguro.
Segundo, es importante empezar a evaluar lo que realmente importa en el siglo XXI. Hoy no basta con evaluar si alguien cumple metas. Necesitamos incluir indicadores que reflejen las competencias más valiosas en entornos cambiantes. Por ejemplo, mentalidad de crecimiento (¿cómo aprende de los errores?). Impacto emocional en el entorno (¿cómo hace sentir a su equipo?). Alineación con el propósito y cultura. Capacidad de colaboración transversal. Contribución al bienestar colectivo. Evaluar estas dimensiones permite tomar decisiones más humanas, sostenibles y estratégicas.
Tercero, convertir la evaluación en conversación. El valor real de una evaluación no está en la puntuación, sino en la conversación que genera. Es en ese diálogo donde emergen aprendizajes, bloqueos, aspiraciones y oportunidades. Un buen proceso debe incluir: Autoevaluación reflexiva (no solo técnica), Feedback constructivo, claro y equilibrado, Definición conjunta de un plan de desarrollo. Un líder que escucha con empatía y brinda retroalimentación honesta, inspira mucho más que cualquier sistema.
Finalmente, medir, pero también acompañar. La evaluación debe estar conectada con acciones reales. No tiene sentido señalar debilidades sin brindar herramientas para mejorar. Por eso, es clave vincular el proceso a: Planes de desarrollo individual, Capacitaciones personalizadas, Mentorías y coaching interno o externo y Oportunidades de crecimiento o rotación. Evaluar sin acompañar es como diagnosticar sin tratamiento. Las mejores evaluaciones combinan tecnología inteligente con liderazgo consciente.
La evaluación de desempeño no debe ser un juicio, sino una oportunidad de conexión, desarrollo y alineación. Mejorarla no requiere solo cambiar formatos, sino cambiar la forma en la que entendemos el talento: no como algo que se controla, sino como algo que se cultiva.
Y como siempre digo en los programas que facilito: el desempeño no mejora con presión, mejora con propósito, claridad y acompañamiento real.
Si volvemos a usar el salario mínimo como atajo para resolver lo que no se construyó durante el año, el efecto no será justicia social, sino menos empleo, más informalidad y menor capacidad de crecer
El Garabato envía un mensaje contundente: cuando la comunidad, el sector público y el sector privado trabajan de la mano, la ciudad encuentra caminos más auténticos, más humanos y más sostenibles para avanzar
La tarea es encontrar un punto medio entre un aumento de los ingresos y evitar excluir a más personas de la informalidad, además de los efectos inflacionarios