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Analistas 05/04/2022

Burbujas de tiranía

Paula García García
Conductora Red+Noticias

¿Han imaginado vivir en una burbuja?, ¿pasar sus días desconectados de la realidad?, ¿quedar atrapados en una esfera no propiamente de cristal? Suena poco atractivo, ¿verdad? Sin embargo, el escenario que les propongo recrear, existe. Lo imponen los regímenes dictatoriales y lo capitalizan a su antojo.

Los gobiernos opresores aborrecen la controversia. Por eso, manipulan el acceso a la información y fabrican para su gente una única verdad. Esa que les resulta conveniente, que castra el libre albedrío mientras adoctrina. Esa que controla cualquier asomo de discernimiento.

Parece obvio, pero suele sucumbir al olvido el valor de la prensa diversa y la libertad de expresión como sostén innegociable de una democracia. Pese a lo imperfecta de la nuestra, en Colombia, se destapan escándalos, hay espacios de denuncia, es legítimo discrepar, hacer oposición o salir en defensa de múltiples causas. También, cuando procede, se rectifica. Perder tal privilegio significaría abrir la puerta a una masa de zombis que nunca cuestiona. Cómoda para algunos, por supuesto, catastrófica para lo que se ha edificado.

El acalorado debate nacional, cada vez más tenso e intenso, esconde un tesoro que hay que defender y cuidar: el derecho a opinar. Un intangible que reclama conciencia sobre su existencia además de aprecio. Un derecho que perdió Venezuela, olvidó Cuba, y nunca ha tenido Corea del Norte. Tampoco Rusia. Al interior de sus fronteras, es ilegal pensar distinto y los que mandan deciden que ve, escucha y lee su pueblo. Todo contacto con el mundo exterior es objeto de supervisión.

No es mito urbano. Mucho menos cuento. Desde San Petesburgo hasta Vladivostok están convencidos que, en Ucrania, adelantan una operación militar en busca de paz. Así ordenó Vladímir Putin referirse a la barbarie que emprendió contra su vecino. Ignoran, sus habitantes, la magnitud de lo ocurrido. Kim Jong-un, entre tanto, prohíbe hasta el sarcasmo y administra el único sistema de intranet permitido: el Kwangmyong. Una red, sujeta a monitoreo, que solo publica aquello que considera pertinente. Nadie sale de su órbita.

En el caso latinoamericano, El Nacional de Caracas, un periódico con casi ocho décadas de trayectoria, se quedó sin sede por hacer su trabajo. El gran pecado, difundir las investigaciones de los presuntos vínculos de Diosdado Cabello con el narcotráfico. Alegando daños morales, en un sistema judicial amañado, el hombre fuerte del chavismo, ganó el desigual pulso. Ni hablar de lo que sucede con el ejercicio del periodismo en la isla de los Castro. Para los colegas, un panorama nefasto en el que la constante es terminar encarcelado.

Liderazgos intolerantes, que estigmatizan al opuesto, son peligrosos. Sensibles a vetos y proclives a la censura, encuentran en la represión el camino expedito para dopar sociedades. Tildar de neonazis a opinadores, medios, y hasta a un estudiante que a sus 14 años se lanza a hablar de política, es más que una respuesta de cabeza caliente. La temeraria reacción, activa alertas. En la mira está el respeto por la heterogeneidad de pensamiento. El resguardo de la autonomía. Intransigencia y poder son incompatibles. El asunto es serio. Algunas burbujas, con un simple alfiler, no desinflan.

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