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Analistas 05/04/2015

Recordando las atrevidas alianzas de Harry Reid

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(Lea aquí el artículo del Sr. Weigel).

Recuerdo muy bien ese episodio, por varios motivos. Uno es que yo también estaba escribiendo mucho, desmitificando argumentos malos tras otros a favor de la privatización. No era la primera vez que hacía ese tipo de cosas, pero este debate era distinto en dos formas: fue realmente intenso, y por una vez mi lado del debate ganó la batalla política. También fue un periodo formador para mis percepciones de realmente cómo juegan los argumentos políticos en el Estados Unidos moderno. Siempre hay tres lados: la derecha, a la que no le interesa los hechos ni la lógica; la izquierda (que no es muy izquierdista; la izquierda estadunidense realmente es la centro izquierda bajo los estándares de cualquiera), y los autoproclamados centristas, que tienen muy poco en forma de base electoral en el país en general, pero que tienen mucha influencia dentro del Beltway.

Y lo que aprendí desde el principio en el debate sobre el Seguro Social es que los centristas querían creer desesperadamente que había simetría entre la izquierda y la derecha; que los demócratas y los republicanos eran igualmente extremistas en su propia forma. Y esto significaba que los centristas siempre estaban buscando formas de decir cosas buenas sobre los republicanos y sus propuestas de política, sin importar qué tan malas eran.

Por tanto, en 2005 el Sr. Bush estaba haciendo una afirmación dudosa, aunada con una completa incongruencia. Primero, la afirmación de que el Seguro Social estaba en crisis; en segundo lugar, que la privatización era la respuesta, pese a que no ayudaría en nada las finanzas del sistema. ¿Cómo es posible que los centristas dijeran cosas buenas de tal afirmación engañosa?

Bueno, a continuación Joe Klein, de la revista Time, en “Meet the Press”, en 2005: “Coincido con Paul (Krugman) en que las cuentas privadas no tienen nada q ue ver con solvencia, y la solvencia es la cuestión. Discrepo con Paul porque pienso que las cuentas privadas (son) una política excepcional, y que en la era de la información se van a necesitar distintos tipos de estructuras en el área de derechos de las que se tenían en la era industrial. Pero es muy difícil hacer ese tipo de cambio bajo estas circunstancias políticas donde se tiene a los partidos en tal enfrentamiento. Durante los últimos 10 o 15 años, los demócratas han demagogueado (sic) el tema descarada e impúdicamente. No han ofrecido nada positivo respecto al Seguro Social ni al Medicare ni al Medicaid, y es hora de que se comprometan con esto”.

¿Que qué? En defensa suya, el Sr. Klein reconoció después que se había equivocado por completo. Pero el punto es que lo que vimos en este caso fue el instinto a idear algo, cualquier cosa, que dejara pretender a los centristas que había simetría entre los partidos.

Incidentalmente, sobre que los demócratas no hicieron nada respecto al Medicare (el programa de seguro para los estadounidenses de 65 años y más) y el Medicaid (el programa de seguro médico para los pobres e incapacitados): es interesante analizar las proyecciones presupuestales que se hicieron en ese entonces sobre el debate del Seguro Social. En esos años, la Oficina Presupuestaria del Congreso proyectó que para el año fiscal 2014 el gasto en Medicare crecería a 708,000 millones de dólares y el del Medicaid a 361,000 millones. Los números reales para 2014 fueron de 600,000 y 301,000 millones de dólares, respectivamente, pese a la expansión del Medicaid con el Obamacare. Al menos parte de este inesperadamente bajo costo puede atribuirse a medidas incluidas en la Ley de Servicio Médico Accesible. Y por raro que parezca decirlo, esto se alcanzó sin destruir ni privatizar estos programas.

Pero volviendo al 2005: Lo que el Sr. Reid comprendió fue que era hora de dejar de cortejar a la “Gente Muy Seria” (GMS) y mejor hacer alianza con los DFH (taquigrafía no muy buena para “Hippies Sucios y Tontos”, por su sigla en inglés), quienes, al contrario de la GMS, de hecho tenían sentido en cosas de política y políticas. Fue un punto de inflexión importante.

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