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Analistas 02/05/2017

Otro episodio horrible en la Casa Blanca

Foto: New York Times
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United Airlines hace que sus guardias de seguridad saquen a rastras a un pasajero, lesionándolo y dejándolo aturdido y confundido, y repentinamente todo mundo se molesta.

Susan Rice, exasesora de seguridad nacional del presidente Barack Obama, anuncia que Siria renunció a todas sus armas químicas pocos meses antes que el régimen de Bashar al-Assad mate a innumerables hombres, mujeres y niños con gas sarín, y la gente empieza a cuestionar la veracidad de la exfuncionaria.

Wells Fargo comete un enorme fraude, creando hasta dos millones de cuentas no solicitadas, y la gente quiere que más ejecutivos de la compañía sean disciplinados. ¿No bastó con que Wells Fargo despidiera a más de 5.000 de las personas de bajo nivel que habían sido forzadas a cometer fraude por la cultura de presión y laxitud ética de la compañía?

Y el pobre Sean Spicer. Bueno, así que negó un detalle histórico menor como el rociado de gas a millones de judíos por parte de los nazis. No es que nadie más en el gobierno de Trump alguna vez haya parecido ignorar la historia, mentido, insultado a minorías religiosas, éticas o raciales o ignorado antes el Holocausto.

De hecho, todos estos casos son parte de un patrón.

United, como las otras aerolíneas cada vez más monopólicas, sobrevende los vuelos rutinariamente, trata a sus pasajeros con desprecio y los incomoda innecesariamente. Wells Fargo simplemente es otro banco enorme que ha estafado a sus clientes comunes y que ha esquivado o violado la ley durante décadas, en gran parte con impunidad. Rice tiene el hábito de repetir interpretaciones que resultan falsas (como en el caso de Bengasi) y los estadounidenses han oído antes versiones falsas sobre armas de destrucción masiva (aunque en el caso del presidente George W. Bush, las armas no existían).

Spicer retuerce la verdad con la misma frecuencia con la que la gente común se cambia de calcetines; empezó su primer día como secretario de prensa de la Casa Blanca mintiendo sobre el número de personas que asistieron a la toma de posesión del presidente Trump.

A principios de abril, Spicer comparó a Hitler, favorablemente, con el dictador de Siria, diciendo que independientemente de las demás cosas malas que el líder nazi pudiera haber hecho, no se “llegó al grado de usar de armas químicas”. Cuando los periodistas le señalaron que Hitler había ordenado que millones de judíos murieran en cámaras de gas, Spicer dijo que al menos los traslado a “centros del Holocausto”.

“Estaba intentando trazar una distinción de la táctica de usar aviones para lanzar armas químicas sobre centros de población”, dijo Spicer, haciendo referencia a lo que la mayoría llamamos localidades y ciudades. ¿Se supone que debemos concluir que es peor lanzar bombas sobre las personas que enviarlas en vagones de ganado a fábricas de asesinatos?

Este episodio es tan espantoso que se dificulta saber por dónde comenzar. Pero empecemos con el hecho de que la Casa Blanca de Trump tiene un verdadero problema con el Holocausto. Divulgó una declaración en el Día del Recuerdo del Holocausto que no mencionó a los judíos, y la vocera Hope Hicks explicó después que la omisión mostraba lo “increíblemente incluyente” que era el equipo de Trump y cuánto pesar sentían por “todos los que sufrieron”. Trump llevó a la Casa Blanca a Steve Bannon, un hombre que hizo millones con el racismo, el nacionalismo blanco y el antisemitismo (aunque a la luz de los comentarios recientes de Trump sobre él, al menos podemos esperar que quizás no se quede ahí mucho tiempo más).

La ignorancia de Spicer sobre la historia es impactante, aunque, por otro lado, su jefe, el presidente, no pareció saber quién fue Frederick Douglass ni que vivió en el siglo XIX.

En una entrevista con Wolf Blitzer, de la CNN, Spicer dijo: “Erróneamente hice una referencia inapropiada e insensible al Holocausto, para el cual no hay comparación”.

Sus comentarios no fueron ni inapropiados ni insensibles. Fueron indignantes. ¿Y qué quiso decir con “erróneamente”? ¿Qué dijo una estupidez sobre el Holocausto o que en realidad expresó los pensamientos que giran en su cerebro? No es solo que Spicer haya dicho esas cosas sobre Hitler. Es que, para empezar, las pensó.

Spicer lo hizo mejor unos días después, al decir a una audiencia reunida en el Newseum, en Washington, que sus declaraciones eran “imperdonables y reprensibles”. Pero siguió quejándose de la atención que recibe en su puesto como secretario de prensa. “Sin importar lo que hagas, sin importar la ropa que te pongas, es amplificado a un grado que no se pueden imaginar”, dijo.

De hecho, todos podemos imaginarnos, pero es una distracción trumpiana típica. El presidente dijo en febrero que “nadie sabía que la cobertura médica fuera tan complicada”, y en abril declaró a Fox Business que no ha podido llenar muchos cargos porque el “proceso” establecido desde hace años resultó difícil.

El verdadero arrepentimiento de Spicer pareció ser que estaba quitándole atención a la “decisiva” acción militar de Trump en Siria. Hablando con su característico tono monocorde espeluznante, dijo a Blitzer que no quería distraer a los estadounidenses del presidente.

Después de todo, decir cosas ignorantes, racistas y xenófobas es trabajo de Trump.

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