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Analistas 20/12/2025

Los genios

Francisco Barbosa
Exfiscal general

A finales de los años sesenta comenzó a gestarse un nuevo cine en Hollywood. No fue un simple relevo generacional, sino una crisis cultural que desbordó a los estudios -que perdían la narrativa- y que orientó los nuevos guiones hacia lo que ocurría en Vietnam, en las calles de Nueva York, los asesinatos políticos y el fin del código Hays. En ese contexto, Martin Scorsese ocupó un lugar central. A su alrededor emergieron actores como Al Pacino, Joe Pesci o Robert De Niro, formados en el corazón de Nueva York, una ciudad atravesada por la violencia callejera que en esos años alcanzó cerca de 30 muertos por 100.000 habitantes. Ese entorno no solo definió una estética: configuró una forma de mirar el mundo.

Francis Ford Coppola llevó esa ruptura al terreno histórico con El Padrino y luego con la gran película sobre Vietnam, Apocalypse Now, que junto con Platoon y Nacido el 4 de julio de Oliver Stone terminaron de fijar nuestras imágenes sobre esa guerra. En paralelo, directores como Woody Allen, James L. Brooks o Peter Bogdanovich convivieron con este nuevo cine desde una lente mucho más europea, recogiendo la influencia de la Nouvelle Vague francesa de François Truffaut, Éric Rohmer o Jean-Luc Godard. Era una mirada más íntima, menos épica y más reflexiva.

A mediados de los setenta y hasta finales del siglo, George Lucas, Steven Spielberg, James Cameron o Robert Zemeckis recrearon una nueva época de blockbusters, con narrativa clara, héroes y espectáculos técnicos. Era otro cine, con otras reglas y otra relación con el público.

Esta explicación encaja como anillo al dedo con la emisión del documental sobre Scorsese, dirigido por Rebecca Miller, en Apple TV+. Diseccionar su vida y su obra es meterse en el alma de este director. Volver sobre sus películas de los setenta -Mean Streets, Alicia ya no vive aquí o Taxi Driver- permite comprender el núcleo más íntimo de su cine y el origen de sus obsesiones.

Seguir con los ochenta de Toro salvaje; El rey de la comedia y La última tentación de Cristo, con Willem Dafoe, es explorar esos años con pinzas. Sobre esta última película se generó una discusión legal en diversos países sobre los límites de la libertad de expresión. Fue tal el impacto que la Corte Interamericana de Derechos Humanos se pronunció sobre si se podía o no censurar la obra en Chile. Al final, la Corte declaró que la censura previa violaba la libertad de expresión, proscribiendo su prohibición absoluta por motivos religiosos.

En los noventa llegaron Goodfellas, Casino, Cabo de miedo, La edad de la inocencia, Kundun y Bringing Out the Dead. Luego inicia este siglo con el homenaje al origen violento de las pandillas en la ciudad de Nueva York y la historia del millonario aviador Howard Hughes. Gana en 2006 el Óscar como mejor director por The Departed. En la década posterior, y luego de la crisis financiera de 2008, llevó a la pantalla una crítica virulenta a ese mundo con El lobo de Wall Street. Después hizo el film Silencio y remató con el retorno al universo de la mafia en El irlandés.

Obsesivo de la música, participó en el documental premiado con un Óscar sobre el festival de Woodstock (1969); a finales de los setenta realizó The Last Waltz (1978) sobre The Band, grupo canadiense liderado por Robbie Robertson. En 2011 dirigió Living in the Material World sobre George Harrison y dos documentales sobre Bob Dylan: No Direction Home (2005) y Rolling Thunder Revue (2019).

En fin, una gran oportunidad para revisitar no solo a un director, sino una época de la historia del cine y del mundo. Ver este documental es volver a un cine que no pretendía complacer ni tranquilizar, sino incomodar y reflejar su tiempo. Los genios no envejecen: resisten.

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