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Analistas 10/11/2014

La tentación de gastar

La República Más
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Lo curioso es que cuando se piden justificativos para aplicar una política de dinero difícil y presupuestos ajustados en una economía deprimida con baja inflación, las respuestas que se obtienen a menudo parten del supuesto de que la impresión monetaria y el financiamiento deficitario son inmensamente tentadores para los políticos, así que no deberíamos atrevernos a dejar que prueben aunque sea poquito de estas drogas adictivas.

Esto a menudo se dice con un tono de gran sabiduría, y es presentado como una lección que nos enseña la historia.

Ahora, tal como lo señaló recientemente en su blog Simon Wren Lewis, un economista de Harvard (bit.ly/1tELNIX), y tal como lo he señalado antes, la historia de hecho no nos enseña esto. El estímulo fiscal en Estados Unidos, lejos de volverse permanente, siempre se ha desvanecido rápido, efectivamente demasiado rápido, y la retracción monetaria ha tendido a llegar muy pronto. Incluso cuando las cosas sí se nos escaparon en la década de 1970, no fue para nada la historia que a los conservadores les gusta decir ahora; una historia donde los bancos centrales imprimieron dinero para cubrir gasto deficitario. De hecho, los déficits no eran grandes y la inflación despegó debido a choques petroleros y desaciertos macroeconómicos, no por la tentación populista.

¿Pero por qué no pasan estas cosas en países desarrollados? Después de todo, la idea (que a los políticos populistas les encanta cuando la gente les dice que está bien imprimir dinero y registrar déficits grandes) parece posible.

Y cosas como estas han pasado en Latinoamérica; efectivamente están pasando otra vez ahora en Venezuela y Argentina. ¿Entonces por qué nunca pasan en Estados Unidos, Europa o Japón? ¿Por qué, en tiempos de presión deflacionaria, los exhortos a favor de apretarse el cinturón han dominado el paisaje político?

De hecho no lo sé, aunque es un rompecabezas que vale la pena ponderar.

El aplanamiento se aplana

Justin Fox, de Harvard Business Review, señaló recientemente en un artículo (que puede leerse aquí: bit.ly/10jFjTU) que el mundo no es plano, y que de hecho no parece estarse volviendo más plano; la “conectividad” global, de acuerdo a varias métricas, parece haberse nivelado. En particular, el comercio “Norte a Norte” no parece estar yendo a ningún lado.

He intentado establecer un punto similar. Según lo veo, la “híper globalización” (el gran incremento en el comercio con respecto al producto interno bruto, PIB, en las dos décadas subsiguientes a 1990) fue una cuestión única impulsada por la liberalización comercial en los países en desarrollo y el auge de la “contenerización”, lo que llevó a un rompimiento de la cadena de valor con segmentos de la producción intensivos en mano de obra mudándose a China y otras economías emergentes. No hubo ningún auge comparable en el comercio o abolición de distancia entre economías con niveles salariales similares. Si acaso, el comercio interregional y especialización dentro de Estados Unidos pudo haber caído.

El aplanamiento del aplanamiento no es ni bueno ni malo; es simplemente lo que pasa cuando una tendencia particular alcanza su límite.

Sin embargo, lo que es importante a comprender es que las tendencias tienden a hacerlo.

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