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Analistas 26/08/2013

Esos viejos tiempos no tan buenos

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En un artículo de Internet para la revista New York, el comentarista Jonathan Chait se mofó de Robert Samuelson por su reciente columna en The Washington Post donde lamentó el auge de Internet. No quiero sumarme expresamente, pero es una ocasión para decir algo sobre mis propias percepciones sobre cómo es que Internet ha cambiado al periodismo.

Ahora, obviamente Internet está causando grandes problemas comerciales para las organizaciones de noticias. Y eso es un problema real; alguien tiene que hacer reporteada básica, lo que significa que alguien más tiene que pagar las cuentas. Pero eso tendrá que ser tema de otra publicación uno de estos días.
 
En cambio, de lo que quiero hablar es del efecto de Internet sobre la calidad del reportaje, que creo que ha sido abrumadoramente positivo.
 
Eruditos como el Sr. Samuelson parecen anhelar una era donde hombres sabios, subidos en sus plataformas en las principales organizaciones de noticias, cernían la verdad de la mentira y revelaban sus sólidos criterios a las masas. El problema es que esa era nunca existió. Leí muchísimos reportajes económicos en la era previa a Internet, y en términos generales eran terribles. Esto era así en parte porque los reporteros y los eruditos a menudo sabían poco de economía; de hecho, como que había cierto sesgo contra emplear reporteros con demasiada experiencia, bajo el supuesto de que no iban a poder relacionarse con los lectores. En parte se debió a que no había un mecanismo eficaz para comprobar los hechos e interpretaciones: un reportero o erudito podía decir algo que cualquiera que supiera algo del tema comprendía que estaba equivocado, pero no tenían forma de sacar ese argumento en tiempo real.
 
Permítanme dar un ejemplo. Hace un par de años el Sr. Samuelson descartó la relevancia de John Maynard Keynes en una columna porque las condiciones han cambiado. En estos días tenemos mucha deuda, mientras que, según el Sr. Samuelson, “cuando Keynes escribió ‘The General Theory of Employment, Interest and Money’ a mediados de la década de 1930, los gobiernos de la mayoría de las naciones ricas eran relativamente chicos y sus deudas modestas”.
 
Supongo que en la era previa a Internet, una afirmación como esa simplemente se hubiera quedado ahí; los economistas se quejarían de ella en las salas de café, pero eso sería todo. En este caso, empero, toda la “econonoblogsfera” inmediatamente saltó, señalando que la proporción deuda PIB de Gran Bretaña en la década de 1930 de hecho era mucho más alta que ahora (la política del New York Times, por cierto, hubiera exigido una corrección formal. Pero bueno.). El punto es que, contrariamente a la imagen idealizada de la forma en que solían ser las cosas, de hecho el verdadero periodismo se beneficia de la habilidad de no periodistas conocedores para sacar a la luz su conocimiento, rápido.
 
Es cierto que en Internet hay mucha desinformación, ¿pero es peor que la desinformación que la gente solía recibir de otras fuentes? No lo creo.
 
Internet también ha tenido otro efecto positivo más sutil: los periódicos ahora tienen una idea mucho mejor de lo que a los lectores realmente les interesa. Mi sensación es que en los no tan buenos viejos tiempos la gerencia creía que las cosas que interesaban a la gente del Beltway también eran las cosas que interesaban a los demás lectores. Los reporteros y eruditos que cultivaban contactos e informaban incansablemente los últimos giros del escándalo del senador Bomfog eran considerados estrellas. Pero ahora tenemos métricas reales. Las listas de artículos más vistos y más enviados por correo electrónico son altamente imperfectas, y ciertamente no sería deseable dejar que dicten la dirección del periódico. De lo contrario, The New York Times se dedicaría por completo a artículos de comida y sobre cómo usar técnicas de entrenamiento animal en los esposos. Pero la disponibilidad de estas métricas ha sacudido el aislamiento de la industria, y todo eso es para bien.
 
Finalmente, permítanme simplemente decir que, dejando a un lado las organizaciones de noticias, la verdad es que estamos viviendo una época dorada del discurso económico. Sí, hay muchas cosas realmente malas, algunas de gente con gran reputación, pero la débil relación entre reputación y calidad de análisis es algo que estamos descubriendo ahora. Y es increíble la cantidad de cosas buenas, cosas presentadas en tiempo real, en blogs abiertos a cualquiera que quiera leerlas en lugar de en páginas de periódicos de economía que tienen como máximo algunos miles de lectores.
 
En lo que respecta a análisis económicos útiles, éstos son los buenos viejos días.
 

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