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Analistas 10/10/2016

Cuando la austeridad se convierte en oportunidad

Foto: The New York Times
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Su conclusión es que “la austeridad fue resultado del oportunismo del ala derecha, que explotó la inquietud popular instintiva sobre la creciente deuda pública para reducir el tamaño del Estado”.

Pienso que tiene razón, pero enfatizaría más que Wren Lewis el grado en que tanto el público general como la Gente Muy Seria siempre supone que reducir los déficits es la acción responsable que se debe emprender.

Encuestas de la década de 1930 muestran desde entonces un fuerte sesgo hacia el presupuesto equilibrado. Pienso que Wren Lewis diría que esto es consistente con su opinión de que los déficits grandes allanan el camino para la fobia a los déficits, ya que el gobierno del presidente Franklin D. Roosevelt efectivamente registró déficits y deuda en Estados Unidos inusitados para una economía en época de paz. Pero, ¿ha habido algún momento en que el púbico haya favorecido los déficits más grandes?

Habiendo estado en las trincheras durante la lucha reciente contra la austeridad en Estados Unidos, me impactó la inmediatez con la que personajes convencionales que no eran especialmente derechistas se dejaron absorber por la idea de que la reducción de la deuda era EL tema central a manejar. Ezra Klein documentó este fenómeno en The Washington Post en 2013: “Por motivos que nunca he podido entender”, escribió, “las reglas de la neutralidad periodística no aplican cuando se trata del déficit. En este tema en especial, se permite que los reporteros elogien abiertamente un conjunto de soluciones de política altamente controversiales. En el desayuno de Playbook del martes, por ejemplo, Mike Allen, un reportero de lo más honrado y justo, preguntó a [Alan] Simpson y [Erskine] Bowles si creían que Obama haría ‘lo correcto’ respecto a los derechos, y ‘lo correcto’ claramente quería decir ‘recortar los derechos’”.

Mientras tanto, como señaló recientemente Brad Setser, integrante del Consejo de Relaciones Exteriores, el Fondo Monetario Internacional _ cuyo departamento de investigación ha hecho un trabajo heroico reventando teorías de austeridad y apoyando una visión ampliamente keynesiana de la macroeconomía _ está pugnando, en la práctica, por la contracción fiscal casi en todas partes.

Otra vez, esto no contradice exactamente el argumento de Wren Lewis, pero quizás sugiera que hay algo más.

IVA a deplorables

Recientemente he estado escribiendo sobre la afirmación que hizo Donald Trump durante el primer debate presidencial en el sentido de que el Impuesto al Valor Agregado (IVA) de México es una política comercial injusta, lo cual realmente es no saber de economía.

El IVA tiene los mismos efectos que un impuesto a las ventas. Ahora, nadie piensa que el impuesto a las ventas sea una práctica comercial injusta. Nueva York tiene impuestos a las ventas bastantes altos; Delaware no tiene esos impuestos. ¿Alguien piensa que esto confiere a Nueva York una ventaja injusta en la competencia interestatal?

Resulta ser que Trump no estaba diciendo cosas ignorantes que se le hayan ocurrido de la nada; estaba diciendo cosas ignorantes que le habían pasado sus incompetentes asesores económicos. (Lea aquí el documento de política económica de la campaña: bit.ly/2daD7H3. La discusión sobre el IVA en las páginas 12 y 13 está rotundamente desinformada.)

Y ni siquiera es la peor parte del documento: tiene muchas cosas terribles, en todos los niveles. ¿Deberíamos sentirnos tranquilos de que Trump no haya improvisado y que solo haya aceptado un mal consejo? Para nada. Esto nos dice que si por algún motivo llega a ser presidente y decide tomarse en serio su trabajo, no servirá de nada; porque su juicio sobre sus asesores, su noción de quién es un experto, es tan malo como el resto de su juicio.

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