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Analistas 29/07/2013

Adorando los mercados

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Bloomberg Businessweek publicó recientemente un excelente artículo sobre cómo un tipo de un fondo de cobertura, admirador de Ayn Rand, está hundiendo a Sears.

Una rareza, por cierto, es que no se reúne en persona con sus jefes de división; todo se hace por vídeo conferencia. Y mire, ya he visto esa película, probablemente una original de Syfy, pero no la recuerdo (seguramente fue mejor que “Sharknado”, de cualquier forma); claramente, este tipo ni siquiera existe. Más bien es un holograma generado por una computadora manipulada por un tipo perverso de Tecnología de la Información (TI).
 
Pero regresando a temas económicos: la gran idea de Eddie Lampert, presidente de Sears, es que los mercados y la competencia mandan, así que está forzando a las distintas partes de la compañía a competir por recursos como si fueran firmas independientes, siendo la rentabilidad individual por división el único criterio de éxito. Según Businessweek, no está saliendo bien, pero el artículo no abundó mucho en cuestiones más generales.
 
La primera cuestión que debería saltar a la cabeza de cualquiera es: si las distintas divisiones de Sears no tienen intereses comunes, si el mejor modelo es la competencia sanguinaria, ¿por qué tendría que existir Sears? ¿Por qué no simplemente dividir la compañía en unidades que no tengan motivos para no competir? En realidad, ¿por qué debería existir cualquier firma grande? ¿Por qué no simplemente tener firmas chicas, o tal vez sólo individuos, que hagan negocios para lo que sea que necesiten?
 
Por supuesto, así no es como hacemos las cosas. Tal vez vivamos en un mar de mercados, pero ese mar está salpicado de islas que llamamos firmas, algunas de ellas bastante grandes, y dentro de ellas las decisiones  se toman no vía mercado sino vía jerarquía (incluso, podría decirse, a través de planeación central). Claramente, hay ciertas cosas que no se quieren dejar al mercado; el propio mercado nos lo está diciendo, creando esas islas de planeación y jerarquía.
 
Ahora, exactamente por qué es cierto lo anterior (por qué algunas cosas se hacen mejor a través de mecanismos del mercado mientras que otras se hacen mejor a través de al menos un poco de comando y control) es una cuestión profunda. El economista Oliver Williamson se ganó un Nobel ayudando a elucidar algunos aspectos de esa cuestión, aunque eso tal vez no signifique mucho, considerando a algunas de las personas que han ganado un Nobel.
 
Sin embargo, la cosa es que para un verdadero creyente del libre mercado, el reconocimiento de que es mejor no dejar algunas cosas en manos del mercado debería ser una noción perturbadora. Si las limitaciones de los mercados para proveer ciertos tipos de servicios compartidos son tan importantes como para justificar la creación de entidades de comando y control con cientos de miles, o hasta millones, de trabajadores, ¿no pudiera haber algunos bienes y servicios (ejem, atención médica, ejem) que convenga más proveerlos por medios ajenos al mercado, incluso a nivel de toda la economía?
 
Entonces, de cierta forma el Sr. Lampert está siendo consistente: está poniendo su dinero (de hecho, el dinero de sus inversionistas) en el mismo lugar que su ideología, y está aplicando adoración al mercado a la administración interna de su propia compañía.
 
Por supuesto, la pureza del experimento como que se echa a perder por la probabilidad de que de hecho no exista una persona así, que simplemente sea un holograma. Pero de todos modos … 

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