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Analistas 19/02/2022

Pensar críticamente para liderar con ética

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

Entre tantas funciones propias de la gestión de la educación superior, además de generar conocimiento, está la de formar un talento humano que se perfile en el liderazgo. El profesional graduado debe ser capaz de construir con sus competencias de apertura mental y versatilidad un mundo ligado a consideraciones éticas, también al compromiso con el bienestar social, económico y político de sus comunidades, la responsabilidad con una sociedad sostenible, y un espíritu empresarial y de emprendimiento.

La excelencia en el liderazgo se difunde a través de una cultura institucional que crea el espacio y la oportunidad para prácticas innovadoras, relaciones respetuosas y encuentros profesionales responsables.

Dentro del marco de excelencia institucional, los líderes inspiran a las partes interesadas a superar los niveles de competencia del liderazgo organizacional y a exhibir altos niveles de prácticas innovadoras en asociaciones institucionales, comunitarias y empresariales colaborativas. La revisión crítica del desempeño del liderazgo en la educación superior continúa siendo un desafío. La pandemia vivida en estos años no es la razón del malestar actual en la academia, que ya viene arrastrando dilemas éticos que no se han resuelto, por ejemplo, en términos de la gestión financiera de las Instituciones de Educación Superior (IES), y en otras temáticas relacionadas con la dinámica de las relaciones entre profesores y estudiantes y el liderazgo (o comportamiento) poco ético de algunos. De allí que el liderazgo de los que están al frente de la tarea estratégica de las IES deberán estar más atentos a todas estas situaciones, encontrando el camino transparente de resolución por el bien de la misma misión educativa y formativa. La fuerza de la academia debe movilizarse y recuperar su voz como defensora de la verdad, la justicia y la buena fe. Las comunidades de partes interesadas de todo el mundo deben animarse a desafiar los casos de decadencia ética y establecer seguimientos para monitorear el compromiso de los líderes ejecutivos y sus juntas con altos estándares de integridad.

Además de la notable inclusión de los comportamientos éticos entre los atributos deseables del liderazgo, también encontramos que el pensamiento crítico es clave a la hora de discernir, una competencia del perfil de estratega de una IES que deberá desarrollar y poner en práctica a la hora de tomar decisiones. La alineación del pensamiento crítico con el liderazgo en los niveles jerárquicos superiores de la gestión de las IES debe ser más visible hoy en un contexto de mayor incertidumbre y, por ende, de más posibles dilemas éticos para descifrar y actuar. La dimensión del pensamiento crítico en el liderazgo de la educación superior es un aspecto fundamental para fortalecer la excelencia de las IES, permitiendo que los equipos demuestren sus habilidades de orden superior, y que contribuya a distinguir entre el liderazgo promedio y el desempeño ejemplar del liderazgo.

Otra dimensión del liderazgo de la educación superior, surgido como un rasgo de liderazgo deseable durante la pandemia, es la versatilidad. La versatilidad se demuestra a través de la capacidad del líder para ser ingenioso y flexible en diversas situaciones, adaptarse a las necesidades cambiantes de las partes interesadas y ser capaz de ampliar los parámetros de compromiso y colaboración para lograr objetivos mutuamente acordados.

Los líderes con múltiples talentos muestran una agilidad evidente en su capacidad para conectar las habilidades de pensamiento crítico y las competencias de resolución de conflictos y problemas, con una visión estratégica y un espíritu emprendedor. Demuestran excelencia en el liderazgo al combinar rápidamente esas habilidades con soluciones basadas en el contexto para hacer avanzar a la organización.

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