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Analistas 17/09/2022

El nuevo humanismo

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

Actualmente en varios círculos intelectuales de orden secular y religioso se habla del nuevo humanismo. Y es que no es para menos en un tiempo que se caracteriza por estar marcado por múltiples realidades que nos muestran lamentablemente un mundo diseñado por la exclusión y la injusticia. La presencia de un pequeño grupo de multimillonarios o de “privilegiados” que condenan a millones de personas a la precariedad, a la vulnerabilidad, a la pobreza, al hambre, poniendo así, a prueba el estado de derecho, con una gran influencia de las nuevas tecnologías —que no siempre aportan elementos positivos—, es la evidencia más fehaciente de lo que está sucediendo en el mundo de los humanos. Este mismo mundo nos reclama manifestaciones, voces que hagan eco, y representen faros que iluminen a ese entorno de crisis, encontrando de nuevo el sentido de la vida, de la Tierra, de la política, de la economía, de la cultura, y un largo etcétera. Las complejas situaciones que oscurecen la realidad no pueden seguir deshumanizando lo humano.

El debate actual parte de la pregunta: "¿Cuáles son los presupuestos de este nuevo humanismo?" Este supera el antropocentrismo propio de la Ilustración moderna. Cada realidad tiene valor propio y como tal está enraizada en su propia constitución. Desde este supuesto existe la posibilidad de construir una propuesta alternativa al existente. Se trata de hacer posible un proyecto distinto al tecnocrático, donde el hombre se hace responsable de la creación —no dominador—, y comprende que todo está entrelazado con los demás, que todo forma parte de una gran unidad en la diversidad y complejidad de los seres del planeta.

Todo esto lleva a una adecuada (y distinta) visión de conjunto, al cuidado de la naturaleza, y especialmente de los más necesitados, porque las degradaciones ambiental y social van juntas, como fruto del paradigma moderno. El ecohumanismo es lo que define el nuevo humanismo; de allí la importancia de los derechos del ser humano y de la naturaleza. Los desafíos de este nuevo humanismo nos llevan a repensar también la vida económica de nuestra sociedad porque no basta con el beneficio por sí mismo que todo lo convierte en mercancía, sino como un apoyo clave para la construcción del bien común y la justicia social para todos. Al poner al ser humano y a la naturaleza en el centro se tiene una contradicción fundamental con los fines del sistema capitalista, sometiendo la economía al ser humano y a la naturaleza, y no al revés, como lo es en el sistema actual. Desde esta perspectiva, debemos pensar en que somos hijos de la misma Tierra, resultado de la evolución en el tiempo y de la coexistencia con nuestro entorno natural; en consecuencia, con un pensamiento colectivo, de personas “comunes” debemos saber y ser capaces de dialogar, convivir e integrarnos con lo diverso sin ninguna prevención. Esta es la preocupación cierta de un nuevo humanismo que se inquieta por la realidad concreta de las personas y las comunidades que habitan este planeta, buscando una interacción armónica con los otros (pares) y con el medio ambiente, y por las tantas posibilidades de destrucción a las que se enfrenta. En palabras del Papa Francisco “la realidad es más importante que las ideas”.

Para poder impulsar el nuevo humanismo, la sociedad en todos sus niveles tiene que testimoniar con teorías y prácticas la visión del interés del otro, no para instrumentalizar sino para servir. Es allí que cobra valor la academia, el ejercicio articulado y con sentido social de las funciones sustantivas de la educación superior (docencia, investigación y proyección social) en nuestras Instituciones, para edificar un nuevo humanismo, basado en la ciencia y la tecnología, rescatando la esencia humana desde una perspectiva integral que equilibre la esfera económica, social y ambiental, lo individual y lo colectivo, la fe y la razón, que reconozca la diversidad como riqueza —más allá del discurso—, todo como parte fundamental del trasegar del hombre en su paso por la Tierra, para que la respete y la cuide, como el hogar que es, y con toda la vida y recursos que tiene.

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