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Las empresas y la sociedad son cada día más plurales y demandan mayores cotas de transparencia y buen gobierno. Uno de los indicadores de esa pluralidad es la cada vez mayor presencia de las mujeres en altos puestos directivos y cargos de máxima responsabilidad empresarial, así como las iniciativas en todo el mundo para acabar con la brecha de género, particularmente la salarial, pero también la gerencial.
En España, cada año, la escuela de negocios Iese y la consultora que presido, Atrevia, elaboran un informe que toma el pulso a la representación femenina en los Consejos de Administración de las principales empresas, miembros del selectivo bursátil Ibex-35. El último documento “Las mujeres en los Consejos del Ibex-35” apunta a una leve mejoría y confirma que, en lo que llevamos de década, el número de mujeres en los Consejos se ha duplicado. Sin duda, dos magníficos datos.
Pero el informe constata, asimismo, que el ritmo de crecimiento de las consejeras se ha frenado y que 2017 ha arrancado en España con el menor porcentaje de incremento anual de la década (1,1%). Además, hay únicamente tres consejeras ejecutivas y solo dos presidentas de Consejos… Y la media de presencia femenina en los Consejos, 19,83%, sigue por debajo de la europea. Se avanza, está claro, pero no lo suficiente y ni con la rapidez que sería de desear.
En Latinoamérica y en Colombia la situación es parecida: aún falta mucho camino para llegar a la paridad hombre-mujer en todos los terrenos, también en el del acceso a la alta dirección y administración de compañías, donde cuesta quebrar el techo de cristal, aunque los avances son innegables. A nivel general y según el Informe Global de la Brecha de Género 2016 del WEF, América Latina es la tercera mejor región del mundo en cierre de la brecha de género, tras Europa Occidental y Norteamérica. En el caso concreto de Colombia, el país ocupa ya el puesto 39 entre las 140 naciones evaluadas. Con todo, los salarios de las colombianas son aún 32% más bajos de media que los que perciben los varones.
A nivel gerencial, hay también aún mucho margen de mejora en Latinoamérica y Colombia. A fines del año pasado, Crédit Suisse emitía un informe que identificaba a Noruega como el país del mundo con mayor proporción mundial de mujeres en los Consejos de Administración (46,7% de representación femenina) y apuntaba que el primer país latinoamericano, Chile, se situaba en el puesto 28, con un 8,5%. Un año antes, en el Global Summit of Women (el Davos de las mujeres) se indicaba que ellas sólo ocupan 6,4% de los Consejos de las 100 mayores empresas de Latam y que Colombia lideraba, con 13,4%, el número de cargos de dirección de grandes empresas ocupados por mujeres.
A mi juicio, todas estas cifras denotan la necesidad de un cambio cultural en las empresas de todo el mundo para potenciar la igualdad y la diversidad en todos los escalafones de la compañía y en los ámbitos decisorios. Hacen falta aún medidas disruptivas para acelerar el cambio, acciones que incrementen la diversidad en la empresa privada, ya que está demostrado que en los países con mayor participación e implicación de la mujer hay un mayor grado de cohesión social y prosperidad.
Con todo, soy optimista. Pero eso sí, veo absolutamente necesario generar debate, señalar ejemplos positivos, no imponer, establecer cuotas de referencia, participar en iniciativas, asociaciones sectoriales… En ese sentido, sean bienvenidas campañas como HeForShe (patrocinada por la Organización de las Naciones Unidas) para llamar la atención de que la falta de igualdad no es una cuestión de mujeres, sino de derechos humanos.
Las empresas más diversas son empresas con más diálogo, más innovadoras, más rentables. Así lo atestiguan numerosos informes. Las compañías con más futuro serán las que apuesten por la igualdad de oportunidades, aquellas que integren las políticas de igualdad de oportunidades en su agenda estratégica. Aquellas, en definitiva que mejoren su gobernanza.