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Desde siempre y para siempre el mar será un escenario expansivo, un lugar en el que podremos respirar con amplitud y mirar el horizonte sin encontrar un límite. Desde un lugar más metafórico el mar representa el flujo natural de la vida, el ir y venir de las olas con un ritmo que nos recuerda la cualidad del cambio y la impermanencia. Más allá de su romanticismo nos recuerda que estamos vivos que existen aún lugares inexplorados en nosotros.
Estos días de obligada pausa laboral al lado del mar y en combinación con la meditación en silencio me han llevado en un viaje de poderosa conexión con mi corazón. Lo necesitaba. Ustedes se preguntarán qué relevancia tiene esto en un mundo en el que estamos llamados a liderar, a entregar resultados, a navegar entre los cambios propios de las economías y la política. Pues tiene mucho que ver, así como el mundo está transformándose nosotros a la par vamos amoldando expectativas y sueños con realidades. Y siento que como líderes tenemos una enorme responsabilidad de trabajar en nuestras cualidades humanas que son finalmente aquellas que nos llevarán como brújula a un mejor destino. Son sin duda nuestra mayor riqueza pues no habrá inteligencia artificial que pueda reemplazarlas.
Este escrito surge en una mañana en la que me siento en el mar y después de una meditación mi corazón me habla para entablar una conversación honesta y abierta al vaivén de las olas. Y cuando hablo de meditar, no me refiero a algo místico ni a una práctica reservada para eruditos o creyentes. Hablo de un hábito sencillo: estar presentes, sentir y escuchar lo que ocurre dentro. De encontrar esos momentos de pausa tan necesarios para la salud mental.
Entonces decido regalarme 20 minutos sentada en silencio y es en este proceso en el que el verdadero balance personal ocurre. Sin cuadros de Excel ni tableros de control, simplemente con la respiración y el silencio como poderosas herramientas de escucha que me llevan a los más profundo de mi corazón. Y al llegar a ese lugar que poco visitamos en estos días pues la vida nos lleva a vivir más desde la cabeza y la razón, encuentro una cantidad de información acerca de mí, a través de las emociones y las sensaciones. Siento la cantidad de emociones contenidas que necesitan ser vistas, comprendidas y liberadas.
Allí inicia una poderosa conversación interior que nutre con profundidad nuestro entendimiento de quiénes verdaderamente somos y de nuestra realidad. El investigador estadounidense Gregg Braden, conocido por explorar la relación entre ciencia y espiritualidad, lo expresa de manera sencilla y poderosa: “El corazón es el lugar donde ocurre la acción. Es allí donde la vida se vuelve real.” Y esta es una verdad sencilla pero trascendental. En el corazón podemos consultar nuestra sabiduría individual y única pues es allí en donde las emociones son procesadas y aterrizadas en la realidad de nuestra mente y nuestro cuerpo.
Buscar en el corazón respuestas a nuestras más osadas preguntas es entrar en un escenario de amplitud, sabiduría y revelaciones inexploradas. Esta mañana en la que escribo encuentro mi vulnerabilidad y una cantidad de emociones como ansiedad, duda, miedo, dolor que se mezclan como las olas del mar con la compasión y la esperanza. Entonces me pregunto, ¿qué pasaría si las conversaciones que decidiéramos entablar con otros surgieran desde el corazón? ¿Desde un lugar de conexión más profundo que la razón? ¿Y si esa conversación iniciara en una mirada honesta a todo lo que sentimos para encontrar respuestas más expansivas a las más grandes preguntas?
En una era de tantos debates que polarizan y dividen, tomarnos del corazón significaría hablar desde la compasión, el sentido humano y la energía universal que nos conecta a todos. “Cuando un grupo de personas se une y elige sentir al mismo tiempo una emoción precisa en su corazón, esa emoción puede influir de manera intencional en los campos que sostienen la vida en la Tierra”, nos dice Braden. Nuestros corazones son verdaderos traductores de nuestra esencia, conectan experiencias y emociones para ayudarnos a construir verdaderos aprendizajes y sabiduría.
Quizás el mayor acto de liderazgo sea atrevernos a detenernos, a mirarnos desde el corazón y a preguntarnos sin miedo qué sentimos y hacia dónde queremos ir. Cuando nos damos ese permiso, descubrimos que la conversación más honesta no se tiene con los demás, sino con nosotros mismos. Y este es un poderoso punto de partida para una transformación necesaria.
En este contexto, el papel de los expertos adquiere mayor relevancia. Contar con asesoría profesional facilita los procesos legales, fiscales y cambiarios que, aunque están diseñados para ser claros, pueden resultar complejos para quien llega por primera vez
El comercio no es una guerra silenciosa entre compradores y vendedores. Es un intercambio voluntario en el que ambas partes ganan, siempre