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Analistas 17/03/2022

Refrito argentino

Michel Janna
Presidente del Autorregulador del Mercado de Valores - AMV

Mucho se habla de que Colombia quede sumida en un caos como Venezuela si el país se alejara del responsable manejo macroeconómico que lo ha caracterizado. Pero poco se comenta de una posibilidad más latente, quizás de transición hacia ese abismo, que sería la “Argentinización” de nuestro país.

Si, al mejor estilo de una carrera de caballos, tomamos 2003 como el partidor y lanzamos a los grandes países suramericanos a una competencia por el crecimiento económico hasta 2021, veríamos que los caballos más rápidos fueron Perú, Colombia y Chile, en ese orden. Sacando al caballo venezolano, que en lugar de avanzar retrocedió varios kilómetros, observaríamos que Argentina se movió tan lento que ocupó el penúltimo puesto en la carrera por el crecimiento.

El 2003 es importante para la comparación pues en ese año regresó al poder el Peronismo, con Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández, y que desde entonces lo han ejercido en 15 de los últimos 19 años.

La razón para el pobre desempeño del caballo argentino es que en estas casi dos décadas el país ha venido acumulando un descuadre económico que no para de agravarse. Actualmente, su inflación es superior a 50% y su moneda se ha devaluado constantemente. Las últimas medidas para contener esta crisis incluyen la prohibición a las personas de a pie de comprar viajes y paquetes turísticos al exterior con sus tarjetas de crédito, y se suman a años de asfixiantes restricciones impuestas para que los ciudadanos no saquen dólares del país ni compren productos extranjeros.

La crisis de confianza e inflación galopante han generado tal desazón que, desde hace meses, se viene notando un éxodo importante de jóvenes profesionales. Una migración de este estilo no ocurría desde la época del corralito en 2001.

Entender la situación argentina es relevante pues en la actual contienda presidencial colombiana se han planteado por lo menos cuatro propuestas calcadas del Kirchnerismo, que son en buena medida responsables de la crisis de ese país.

La primera política que vale la pena mencionar es la permanente financiación monetaria al gobierno argentino desde hace casi 20 años. En plata blanca esto no es otra cosa que la emisión de dinero por parte del banco central, que en Argentina no tiene independencia, para prestarle al gobierno kirchnerista y que pueda gastar en lo que se le antoje. Esta práctica ha sido la responsable de la elevadísima inflación del país.

Los bolsillos de los colombianos que ya han sentido duramente la inflación de 5,6% de finales de 2021, hubieran tenido que enfrentar una situación casi diez veces peor como en el país austral, de no ser por la independencia de nuestro Banco de la República, hoy amenazada por los discursos más radicales.

La segunda propuesta ocurre en el campo pensional. En 2008, el gobierno argentino decidió, sin mucho soporte, expropiar los ahorros que los trabajadores tenían en sus cuentas individuales de pensiones. Esta política no cambió significativamente el valor de las pensiones ni la cobertura del sistema, pero si le impuso una carga gigantesca al fisco al tener que pagar todas las pensiones futuras. Al mismo tiempo, causó un daño irreparable al mercado de capitales argentino, y a la confianza en el ahorro privado. En Colombia, las propuestas que quieren nacionalizar las cuentas de los trabajadores en los fondos de pensiones privados, para usarlos como caja menor del gobierno, siguen al pie de la letra esta mala experiencia.

La tercera política es el proteccionismo. Desde 2012, Argentina limitó drásticamente las importaciones, generando escasez de todo tipo de productos y malestar entre consumidores y productores. Diez años después de la frase del Canciller de Kirchner de “todo lo que se pueda producir en Argentina se debe producir acá”, el país no se reindustrializó, la escasez de bienes sigue impulsando la inflación, y su aislamiento del resto del mundo se profundizó. Las propuestas proteccionistas en Colombia tendrían inevitablemente el mismo destino.

La cuarta característica ha sido la constante confrontación con varios sectores exportadores. En el caso de la carne, el gobierno ha prohibido sus exportaciones múltiples veces, en un esfuerzo desesperado por intentar controlar los precios. ¿Las consecuencias? Argentina perdió casi 20% de su ganado a principios de la década pasada y los precios no bajaron. La medida permitió que sus vecinos más pequeños, Uruguay y Paraguay, se hicieran a una tajada importante del mercado internacional que Argentina desatendió.

En Colombia, la propuesta de prohibir la exploración y exportación de petróleo se sustenta en razones diferentes, pero su resultado sería también muy dañino: afectaría gravemente la producción futura, deterioraría la posición externa y las finanzas públicas de nuestro país, y no evitaría que el resto del mundo siga produciendo la mayor cantidad de petróleo posible, mientras que valga algo, para ir financiando la necesaria transición energética.

En este punto de la contienda presidencial colombiana sería deseable que las eventuales alianzas y acercamientos de diferentes fuerzas políticas contribuyan a que se moderen los discursos y se abandonen estas malas propuestas. De esta manera, e independientemente de quien gane la elección, se podría mitigar el riesgo de un doloroso deterioro económico al estilo gaucho.

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