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Analistas 09/02/2024

Incendios y transición justa

Mauricio Olivera
Vicerrector Administrativo y Financiero UniAndes

Los incendios nos asustaron en Bogotá. Las últimas mediciones indican que la ciudad superó su récord de temperatura el 30 de enero, con 25,4 oC. Colombia ha estado en llamas. Entre noviembre y enero más de 230 incendios en 130 municipios afectaron cerca de 3.500 hectáreas.

En Chile ocurrió hace pocos días la tragedia más grande después del terremoto del 2010. Incendios forestales con más de 120 fallecidos y 15.000 viviendas afectadas. En 2016 un incendio forestal en la provincia de Alberta en Canadá generó la evacuación de más de 100.000 personas. En la Amazonia brasilera ocurrieron más de 2.000 incendios en enero de este año, aunque el récord reciente se dio en enero de 2016 con más de 4.600 incendios.

Es el cambio climático. En la literatura especializada algunos autores afirman que este fenómeno es más profundo. No estamos en la era del holoceno, después de la era glaciar, ni en el antropoceno, sino en el piroceno. El fuego fue conquistado para la cocción de alimentos, pero con la revolución industrial y el cambio de combustibles vegetales a fósiles se perdió su control, se alteró la atmósfera y se empezó a calentar el clima.

El cambio es urgente, y aunque desde finales del siglo pasado la humanidad decidió buscar la solución, y cada año se reúne en la Conferencia de las Partes -a final del año pasado tuvo lugar la COP 28- los avances no han estado a la altura de las necesidades. La meta de contener el aumento de la temperatura global a 1,5 oC es cada vez más difícil de lograr, y el secretario de las Naciones Unidas afirmó que pasamos del calentamiento global a la ebullición global. La valoración del deterioro ambiental debe encontrar métodos novedosos para encontrar el valor del medio ambiente como un bien público. Este valor va más allá de los precios. No existe un mercado de la calidad del aire o un mercado del ruido, pero se debe encontrar una forma de medir los beneficios de una mejora en la calidad ambiental.

Esta dificultad de la valoración es parte de la dificultad de llegar a acuerdos para reducir la contaminación. Aunque la humanidad debería reducir la emisión de gases efecto invernadero dejando de utilizar combustibles fósiles, el costo social y económico de hacerlo, especialmente en el corto plazo, es medible monetariamente, pero el beneficio en el largo plazo no es tan fácil de cuantificar. El camino que se ha planteado es la transición energética, es decir, pasar de un sistema energético basado en combustibles fósiles a uno basado en fuentes renovables.

La transición toma tiempo porque debe ser justa. Debe ser un proceso sostenible en el tiempo que proteja el derecho de los trabajadores y las comunidades afectadas por el cambio climático. Los trabajadores que salgan de sectores contaminantes, también llamados sectores marrones, deben adquirir nuevas competencias para conseguir empleos en sectores no contaminantes, o sectores verdes. Esto toma tiempo, y se deben diseñar las políticas adecuadas para lograrlo de manera efectiva y así ayudar a la transición energética justa. Los incendios ocurridos en el Amazonas y en otras partes del mundo señalan la urgencia de la transición, pero se deben equilibrar los costos y los beneficios para hacerla de manera justa.

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