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En los últimos años, invertir en activos alternativos ha dejado de ser una opción para convertirse en una necesidad. El movimiento es global: hoy, los alternativos suman más de US$19 billones bajo gestión, prácticamente el doble que hace siete años. Las grandes instituciones ya conocen bien este universo, pero ahora, con la democratización del acceso, los inversionistas individuales también pueden aprovechar sus beneficios. Como primer paso, es útil entender por qué invertir en alternativos, en qué invertir y cómo elegir.
El “por qué” es urgente. Ante valuaciones elevadas en el mercado accionario y tasas de interés más bajas, el portafolio tradicional 60/40 está caro en comparación con el promedio histórico, lo cual apuntan a menores retornos futuros. En agosto, este portafolio ofrecía un rendimiento de apenas 4,4%, muy por debajo de promedio de 6,1%. Quien busca mayores retornos tendrá que ir más allá de la combinación clásica 60/40.
Además, la correlación negativa entre acciones y bonos, que antes ayudaba a proteger el portafolio, se está volviendo positiva. En momentos de incertidumbre sobre tasas e inflación, ambos pueden caer al mismo tiempo, como ocurrió en 2022. Solo diversificar entre estos dos activos ya no basta para proteger el portafolio en momentos de estrés. Es aquí donde entran los alternativos: aportan nuevas fuentes de retorno, protección contra la inflación y diversificación, mejorando el perfil de riesgo de las carteras.
El “en qué” es amplio. Diversificar dentro de los alternativos es importante, ya que cada activo resuelve un problema diferente. El private equity, por ejemplo, permite invertir en empresas privadas, y da acceso a crecimiento fuera del alcance del mercado público, muchas veces en sectores innovadores como tecnología y salud. El crédito privado, por su parte, ya es un mercado de US$2,3 billones, con rendimientos superiores a los mercados de bonos tradicionales. Este segmento creció tras la crisis financiera, financiando empresas que antes dependían de los bancos.
Bienes raíces e infraestructura son ejemplos de activos reales que generan ingresos estables, muchas veces ajustados por inflación. El sector inmobiliario en Estados Unidos ofrece oportunidades en vivienda accesible, centros logísticos y oficinas modernas. La infraestructura es uno de los pilares de la economía del futuro, y la necesidad de inversión es enorme. La demanda por carreteras, servicios públicos, centros de datos y energía renovable es estructural, y el capital privado está cubriendo donde los gobiernos no pueden, siendo remunerado de forma predecible por ello.
El “cómo” es decisivo. El acceso a los alternativos ha evolucionado mucho. Antes, los fondos cerrados exigían compromisos de largo plazo y poca liquidez. Hoy, nuevas estructuras como fondos abiertos y sin fecha de vencimiento definida, ofrecen más flexibilidad y liquidez, permitiendo que inversionistas individuales participen. Mantener una visión de largo plazo es fundamental, ya que la liquidez sigue siendo más limitada que en mercados públicos.
Otro punto crucial es la selección del gestor, ya que existe una gran dispersión de retornos en los mercados privados. En fondos de private equity global, la diferencia entre un gestor de primer cuartil y uno inferior puede llegar a 2.000 puntos base al año. Por eso, el due diligence y el alineamiento de intereses son esenciales para capturar el verdadero alpha.
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