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Analistas 11/09/2017

Ni globalifóbicos ni globalifílicos

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

Colombia ha resistido los embates de varias crisis internacionales en las últimas décadas gracias a su fortaleza macroeconómica, a su solidez institucional, a la extraordinaria dinámica de su clase empresarial. Esa es la realidad, aunque persistan los matices en la disputa dialéctica entre globalifóbicos y globalifílicos. La verdad de las estadísticas es que la pobreza en Colombia se redujo de 30,4% en 2010 a 17,8% en 2016. Esto significa que 5.133.000 de colombianos salieron de la pobreza en ese período.

Gracias al comercio internacional, al creciente movimiento de personas y de capitales, centenares de millones de personas salieron de la pobreza en el mundo en las últimas dos décadas. Hay mejores niveles de ingreso, mayor esperanza de vida y de escolaridad. La globalización ha sido la fuerza propulsora del mayor cambio en la historia de la Humanidad desde el punto de vista del desarrollo.

La apertura de las economías genera más mercados, transferencia de conocimiento, tecnología, innovación, exigencias de nuevos productos, calidad, evolución, crecimiento y posibilidad de mitigar el riesgo.

¿Qué sucedió en esta década? Arrancamos 2010 con una revaluación que era una hoguera para el sector exportador. Las exportaciones a Venezuela (segundo socio comercial) cayeron 65%; el acuerdo comercial con EE.UU. se dilataba y había incertidumbre sobre los acuerdos con la UE. A ello se sumó el retraso en la infraestructura vial, la emergencia invernal, la lenta recuperación de EE.UU. frente a la crisis financiera.

¿La respuesta? Se abrió un camino hacia la diversificación. Con 13 acuerdos comerciales se obtuvo a 1.500 millones de consumidores en economías complementarias con capacidad de compra. Hoy, 84% de nuestras exportaciones van a mercados con los cuales tenemos un acuerdo y 1.200 nuevas empresas comenzaron a exportar. Tenemos 191 mercados, 850 nuevos productos exportados. Cuándo nos hubiéramos imaginado que el aguacate hass, el cerdo, la piña, la carne serían parte de nuestra oferta exportable.

Los flujos de inversión extranjera no han sido constantes por su misma naturaleza, tienen picos y valles. Pero desde 2010 más de 1.000 empresas anunciaron su llegada al país en sectores diferentes al minero energético. Aumentó nada menos que 662% entre 2010 y 2016.

Es cierto que EE.UU. y Europa experimentan una oleada de sentimientos anti-globalización, una avalancha de odios nacionalistas y de radicalización social. Para los empresarios suscita sensaciones de incertidumbre, de si es mejor mantenerse en el cómodo refugio del mercado doméstico, o explorar, arriesgarse, crecer, aprovechar, buscar oportunidades. La inversión y el comercio siguen siendo muy grandes como para ignorarlos.

Debemos reflejar en la sociedad las ventajas de la globalización. En vez de crear muros proteccionistas, propiciar políticas de facilitación, herramientas que generen productividad e innovación para producir con valor agregado, políticas internas que generen trabajos especializados y la oportunidad de inserción en cadenas globales de valor.

Decía el teólogo y matemático inglés William George Ward que “las oportunidades son como los amaneceres; si uno espera demasiado, se los pierde”. Y agregaba: “el pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas”. Tenemos que ajustar las velas y navegar a destinos donde hay oportunidades, no asustarse con la retórica proteccionista, aunque sí hacer ajustes y estar atentos.

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