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Analistas 17/07/2023

Más allá de las balas

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

Es cierto que si la educación integral, el bienestar social y las oportunidades llegan a todos los rincones del país tendremos jóvenes menos vulnerables a ser cooptados por la delincuencia. Pero de ahí a “pagar por no matar” hay un abismo, porque los jóvenes no son necesariamente proclives al crimen. Diría más bien que una gran mayoría se resiste a tomar ese camino y que habría muy pocos si el Estado se hiciera presente con autoridad, equidad, inclusión y oportunidades.

Aunque se trate de una frase sacada de contexto tiene implicaciones en el inconsciente colectivo. Lo que hay que plantearle a los jóvenes no es cuánto le van a dar para no convertirse en un asesino, sino a dónde puede acudir para obtener formación gratuita, pertinente y de calidad, tanto técnica como profesional, y que el futuro no dependa de privilegios.

Programas de auxilio financiero para estudiar existen desde hace décadas con distintas réplicas en cada gobierno. Tal vez lo que ha impedido que haya habido resultados sostenidos y tangibles es que ha hecho falta un mecanismo efectivo de perfilamiento de los jóvenes que incluya sus necesidades, sus habilidades, sus conocimiento, un acompañamiento y verificación de los aportes que se entregan y, sobre todo, con una dirección que permita priorizar, tener apuestas claras con objetivos concretos, determinar qué necesita la región, que fortalezas tienen los jóvenes, qué quieren, que esperan, y algo igual de importante: hacer el cruce con las necesidades del mercado laboral, para que esa inversión se convierta en empleo directo, formal y estable.

Colombia tiene una excelente herramienta, que es el Sena, con 65 años de experiencia y cobertura nacional y, aunque su aporte ha sido muy importante, persiste la sensación de que se podría hacer mucho más en cuanto a pertinencia y cobertura, en la búsqueda de aliados institucionales y del tejido empresarial que en definitiva son los que miden el pulso a la dinámica social, quienes conocen las carencias en la formación y saben de las carencias productivas.

Un ejemplo práctico de cómo hacer una buena inversión en formación pertinente lo está dando el programa “Empleo hay” que ejecuta la Cámara Colombo Americana, AmCham Colombia, con recursos de la Fundación Buffett, y que desde agosto de 2022 ha brindado oportunidades de capacitación y empleabilidad a 22.379 jóvenes entre los 18 y 28 años en cuatro ciudades de Colombia. 19.856 se vincularon a programas de formación técnica a la medida, 764 empresas aliadas contrataron a 6.695 jóvenes de manera formal y 4.068 tuvieron formación en bilingüismo en inglés en niveles B1, B2 y C1.

Se requiere más inversión con intervenciones innovadoras, disruptivas, profundas, con más continuidad, metas alineadas con las necesidades del mercado laboral y las expectativas particulares, transformar los subsidios dispersos en proyectos viables y con impacto de corto plazo.

Los jóvenes claman por acceso a las oportunidades, a la posibilidad de aprender oficios, idiomas, a desarrollar emprendimientos. No quieren un puesto porque sí, desean trato digno, flexibilidad, compensación al esfuerzo y expectativas de crecimiento.

Responder a los jóvenes va mucho más allá de las balas. Sin una política que combine formación pertinente con las carencias del mercado laboral crecerán la masa de la informalidad, la marginalidad y las filas de la delincuencia.

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