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Analistas 18/05/2021

Las ventanas rotas de Colombia

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

Las últimas dos semanas han dejado grandes interrogantes sobre el futuro de esta tierra colombiana y suponen un desafío para todos en la búsqueda de preservar la tranquilidad ciudadana, proteger el bien común, ejercer el derecho a la seguridad, al control del territorio y buscar el diálogo para construir la Colombia que queremos y necesitamos.

Precisamente por estos días me llegaron varios mensajes sobre la teoría de las ventanas rotas de los sociólogos George L. Kelling y Catherine Coles, autores del libro de criminalística Fixing Broken Windows (1969), cuyo contenido se propone describir cómo prevenir el vandalismo, restaurar el orden y reducir la delincuencia en las comunidades. Se trata de una referencia muy oportuna para darnos cuenta que todos, absolutamente todos, tenemos culpa y parte por la situación que vivimos.

La teoría advierte que si usted deja un vidrio roto en la fachada de su edificio y no lo sustituye es muy probable que le rompan otros. Y si no toma precauciones le romperán todos, ocuparán el lugar y, si tarda mucho en recuperarlo, no podrá hacer nada para salvarlo.

La recomendación de los sociólogos es tomar decisiones con la rapidez necesaria para evitar que los problemas evolucionen y se agranden. Y eso aplica en todos los niveles. Una casa, una empresa o una ciudad mal administradas terminarán irremediablemente en el peor de los escenarios. La clave es prevenir e intervenir. Y no se trata de pobreza o de falta de recursos, sino de las variables del comportamiento humano.

En Colombia hemos permitido que la corrupción se enquiste en las arterias de la sociedad, que la falta de oportunidades alimente el caldo de cultivo que nutre a la delincuencia, con jóvenes sin futuro, sin ilusiones, pero que finalmente encuentran refugio en la marginalidad.

Existe una relación directa entre la ausencia de claridad, la falta de control y la tendencia al delito. Si el espacio urbano se encuentra desatendido y las instituciones anquilosadas es muy probable que ese lugar acabe siendo un terreno fértil para invadir y deteriorar. Y comienza con pequeñas contravenciones que degeneran en infracciones mayores y en delitos cada vez más graves.

Kelling y Coles insisten en que hay que comenzar por lo pequeño, reparar y recuperar, crear comunidades abiertas, propiciar la buena coexistencia, ser inflexibles con las transgresiones menores a la ley y a las normas de convivencia urbana, para evitar que estas se conviertan en un mal mayor que no podamos controlar.

Por eso es tan importante que en la actual coyuntura las comunidades, los municipios, todas las regiones del país, multipliquen los llamados al diálogo y mantengan buena disposición para ello, sin motivaciones ideológicas o políticas, contribuyan a la concertación, detengan la oleada de confrontaciones entre colombianos, eviten que se causen más daños a la estructura económica del país, al sistema de salud que está haciendo esfuerzos desesperados para contrarrestar la propagación de la pandemia del covid-19 y garantizar la tranquilidad ciudadana.

Debemos reparar las ventanas rotas antes de que sea demasiado tarde, con mensajes claros y factibles, restablecer el orden con respeto, sin abusos, pero con autoridad y control, con voluntad de aportar y la certeza de que si no actuamos pronto haremos un daño irreparable a la madre de todos que es Colombia.

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