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Por exagerar con la bicicleta en Villa de Leyva sufrí una contractura muscular que me impidió participar del Festival Detonante 2019 celebrado la semana pasada en Quibdó. Los organizadores me invitaron a participar de un taller sobre cómo podrían los emprendedores chocoanos incorporar buenas prácticas en turismo, conectarse con la demanda nacional y fortalecer la oferta local.
El Chocó es uno de los casos más emblemáticos y el reto más difícil en el mapa turístico nacional por sus contradicciones: es uno de los departamentos más ricos en diversidad y el más pobre en desarrollo humano; lo tiene todo en producto y no tiene nada en infraestructura; carece de un plan de desarrollo estructurado, está desarticulado del resto del país y carga con un olvido histórico.
Por ser un territorio de selvas húmedas y de difícil tránsito, el Chocó conserva casi intactos sus ecosistemas y también la herencia africana de su música y su gastronomía. Su oferta turística apenas despunta con un gran potencial gracias a sus extraordinarios atributos geográficos, aunque requiere de mucho más que buenas intenciones para sacarlo adelante.
Hay esfuerzos válidos, como el anuncio hecho por el presidente Duque la semana pasada de establecer una política de cero impuestos de renta y retención en la fuente para el Chocó durante cinco años con el fin de estimular nuevos emprendimientos y fortalecer los existentes. Estos esfuerzos tendrían mayor impacto con un turismo sostenible y con acciones como las de Detonante, que contribuyen al emprendimiento, al desarrollo con equidad y a la cohesión social.
La iniciativa de Obras por Impuestos también puede aportar al desarrollo regional, como el proyecto de la Compañía Nacional de Chocolates con la dotación de ocho instituciones educativas en Quibdó, aunque ciertamente es mucho lo que se puede hacer con esta herramienta en diversos ámbitos. Otra prioridad debe ser el fortalecimiento del plan de desarrollo turístico, integrado al Corredor del Pacífico, a la región y a cada municipio, así como potenciar el trabajo hecho en los parques nacionales de Utría, Katíos y Tatamá.
Y estamos frente a una coyuntura favorable, ya que a partir del 1 de enero tendremos nuevas autoridades en todo el país para organizar bien las casas, planificar con juicio, con decisión firme y permanente. Chocó en particular necesita coordinar sus estrategias con Antioquia y el Valle del Cauca, que además de ser sus vecinos son dos de los departamentos más ricos y desarrollados del país y que podrían hacer una mayor injerencia en cuanto a conectividad, infraestructura y turistas.
Tenemos que abrir un diálogo nacional sobre el turismo sostenible, como lo están haciendo muchos países que comienzan a temer que sus destinos consolidados sufran deterioro por cuenta del crecimiento de la masa turística. Precisamente, la próxima semana estaré en Los Cabos (México), en un encuentro internacional que reúne a más de 300 empresarios, socios comerciales, inversionistas y medios de comunicación de varios países para hablar de las prioridades y la oferta turística para 2020.
Necesitamos con urgencia abrir este tipo diálogo en Colombia porque el aumento en el tráfico turístico ya tiene asfixiados algunos lugares muy demandados, como Salento en el Quindío o Palomino en la Guajira, donde la capacidad local ya fue desbordada hace tiempo y sus efectos comienzan a ser notorios.