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Analistas 10/10/2022

Decrecimiento de verdad

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

Si a la agudización de las tensiones comerciales en el mundo, a las confrontaciones militares, a la inflación desbordada, a la contracción económica y a la posibilidad de una recesión global le sumamos una reforma tributaria desproporcionada, entonces los colombianos tendremos este año la tormenta perfecta para asfixiar el tejido empresarial y garantizar un decrecimiento de verdad verdad. Sin desconocer que el país necesita recursos para cubrir sus necesidades más urgentes, también debemos ser conscientes de que sin una empresa vigorosa y productiva se reducirán sustancialmente las posibilidades de crecimiento en el futuro próximo.

Hay que recordar que, dentro de las economías, cada actor juega un papel específico y al tejido empresarial le corresponde aportar empleo, crecimiento, innovación y desarrollo: 72% de las personas que tienen un empleo sale de la pobreza, según Fedesarrollo.

Si se aprueba la propuesta de reforma tributaria en los términos en los que fue presentada, se habrá dado un paso contra la economía de mercado, con la posibilidad de que regresemos a los años ochenta del siglo pasado cuando el proteccionismo infestaba casi toda la América Latina. Habrá sesiones legislativas por delante y cabe la posibilidad de que se hagan algunas correcciones al texto, aunque todo indica que tendremos una reforma recesiva y cuatro años de más o menos lo mismo en diferentes frentes.

Esta reforma, y las que vienen, harán una Colombia menos competitiva, se producirá un retroceso en la inserción internacional del país, los inversionistas percibirán un escenario menos favorable, asumirán el cambio en las reglas del juego como un atropello a la estabilidad jurídica, a los derechos adquiridos cuando tomaron la decisión de invertir.

Colombia ha resistido los embates de varias crisis internacionales en las últimas décadas gracias a su fortaleza macroeconómica, a su solidez institucional, a la extraordinaria dinámica de su clase empresarial. La verdad es que, hasta la pandemia, la pobreza se había reducido de forma sostenida. Hoy, los índices colombianos, aunque todavía con camino por recorrer, tienen niveles de crecimiento por encima del promedio latinoamericano.

Debemos reflejar en la sociedad las ventajas de la inserción internacional. En lugar de levantar muros proteccionistas, tenemos que propiciar políticas de facilitación, herramientas que favorezcan la productividad, la posibilidad de entrar en las cadenas globales de valor. La inversión y el comercio siguen siendo muy grandes como para ignorarlos.

En cuestiones de modelos económicos no hay que ir a extremos, lo que debe prevalecer en estos tiempos cambiantes es la sensatez, porque las coyunturas difieren y los países son distintos. Ahora mismo, por ejemplo, hay una tendencia a replegarse en regiones como respuesta a las crisis económicas.

Es hora de despojarnos de etiquetas, ni neoliberalismo ni proteccionismo, trabajar sobre los valores y principios y con ellos negociar las reformas que garanticen gobernabilidad, transparencia, se garantice a toda la población acceso digital, financiero, a la salud, al trabajo, entre muchas otras cosas. Los extremos no son la solución para un país que necesita más innovación, emprendimiento y tecnología. No podemos quedar a merced del decrecimiento, ni de un modelo proteccionista para mirarnos el ombligo durante los próximos años.

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