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Analistas 17/08/2017

Regímenes cambiarios: 1967-2017

Marc Hofstetter
Profesor de la Universidad de los Andes
La República Más

Hace medio siglo, en 1967, Colombia adoptó el sistema cambiario que conocemos popularmente como el de la “devaluación gota a gota”. La estrategia ponía explícitamente en manos del gobierno, no del mercado, la determinación de la tasa de cambio. El gobierno, que controlaba al Banco Central en aquel entonces, la devaluaba en pequeñas dosis diarias con el objetivo de empujar la competitividad del sector exportador. Con la devaluación, el valor de las reservas internacionales expresado en pesos aumentaba y el sistema contable de la época exigía que ese incremento fuera parte de las utilidades del Banco Central, trasladables al gobierno. Entre más devaluaba el gobierno, mayores utilidades recibía del Emisor. Este a su vez terminaba emitiendo moneda para pagar esas utilidades alimentando así a la inflación. El sistema tuvo la virtud de proveer al Estado, que recaudaba muy poco, de una fuente de recursos relevante. Si bien el esquema generó tasas de inflación que fluctuaron entre 15 y 30% y que hoy juzgaríamos como muy altas, lo cierto que en el contexto latinoamericano de la época esas tasas eran motivo de orgullo comparadas con los episodios hiperinflacionarios que vivieron muchos otros.

En los años noventa, ya con un Banco Central independiente y más preocupado por la inflación, el régimen cambiario se reformó. Como el sector productivo colombiano se había acostumbrado a una tasa de cambio controlada, no había espacio político para transitar directamente a un régimen donde esta quedara en manos del mercado. El Emisor optó por un sistema mixto que conocemos como las bandas cambiarias. Estas formaban un corredor, previamente anunciado por el Banco, al interior del cual se movería la tasa de cambio. La pendiente del corredor era positiva lo que garantizaba que habría, como en el gota a gota, algo de devaluación. Cuando la tasa se movía dentro de los corredores el Banco dejaba que los vaivenes de mercado determinaran su valor; si amenazaba con romper el piso o el techo, el Emisor compraba o vendía divisas para evitarlo. El sistema colapsó a finales de los noventa cuando la crisis macroeconómica interna y las condiciones financieras internacionales presionaron la tasa de cambio obligando al Banco a mover la banda varias veces y finalmente a abandonarla.

Si bien a partir de esa fecha el Banco Central renunció del todo a las metas cambiarias explícitas, siguió interviniendo en el mercado cambiario hasta mediados de 2014. En particular, si el precio del dólar superaba umbrales de dolor internos (en ese periodo usualmente caracterizados por apreciaciones del peso) el Banco intervenía en el mercado cambiario. A partir de mediados de 2014 el Banco Central no ha vuelto a intervenir en el mercado cambiario dando origen al primer episodio sostenido en más de medio siglo de flotación cambiaria pura, donde el mercado determina libremente el precio de las divisas.

El último medio siglo cambiario colombiano es una escalera que va llevando al esquema lentamente del control total gota a gota por parte del gobierno a la nula intervención en el mercado por parte del Emisor, con dos escalones intermedios: las bandas cambiarias del siglo pasado y las intervenciones sin meta cambiaria pública de este siglo. Pero los regímenes monetarios son dinámicos; con certeza habrá otros escalones en el futuro.

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