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Analistas 17/01/2013

It’s the economy, stupid

Marc Hofstetter
Profesor de la Universidad de los Andes
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En el primer informe al Congreso en marzo de 2012 el Banco de la República anunció que esperaba que la inflación terminara el año pegada del 3 por ciento y que el crecimiento de la economía rondara el 5 por ciento. El FMI, en sus Perspectivas Económicas Mundiales de abril del año pasado, compartía el optimismo del Emisor en el frente de la actividad económica: su pronóstico era que creceríamos al 4.7 por ciento. En el ámbito inflacionario la entidad multilateral esperaba que termináramos el año con un aumento en los precios de 3.5 por ciento.

 
Unos meses después, en su informe al Congreso en julio de 2012, el Banco de la República continuaba pronosticando que la inflación acabaría el año rondando el 3 por ciento pero empezaba a notar que el crecimiento económico al final del periodo estaría por debajo de los cálculos iniciales. En la misma línea, el FMI anotaba en octubre de ese año que la inflación sería de 3.2 por ciento y el crecimiento de 4.3 por ciento, ambos por debajo de los pronósticos de comienzos de año. En pocos meses se hicieron evidentes señales de enfriamiento no previstas a comienzos de 2012.
 
Los datos recientes de inflación y crecimiento muestran que los ajustes a la baja en los pronósticos de hace unos pocos meses se quedaron cortos. Un año que pintaba como uno en que navegaríamos a velocidad de crucero parece haber presentado un abrupto freno durante el segundo semestre. Los precios crecieron 2.4 por ciento, más cerca del piso que del centro de la meta para el año. En cuanto a la expansión de la actividad económica las apuestas ahora se acercan más al 3.5 por ciento que al 4 por ciento. El corte de cuentas, los culpables o al menos los acusados detrás de semejante parón permanecerán en la clandestinidad durante algunos meses; cuando salgan los datos del PIB del último trimestre empezaremos a vislumbrar mejor las razones de los recientes tragos amargos. 
 
Mientras tanto lo cierto es que la economía comienza el año con poca fuerza, la inflación baja y la tasa de cambio apreciándose frente al dólar. Las tres variables se conjuran para pedir menores tasas de intervención. El tamaño de la reducción que veremos en los próximos meses podría ser grande. En efecto, hoy en día en medio de claros signos de enfriamiento la tasa de intervención real está más de 75 puntos básicos por encima de la que había a finales de 2011 cuando el Emisor preveía que había señales de sobrecalentamiento. Los nuevos codirectores se estrenarán ayudando a deslizar las tasas de intervención cuesta abajo. 
 
Y en medio de esas consideraciones técnicas se vienen las realidades políticas. En plena transición hacia un periodo electoral, revertir las tendencias recientes resulta crucial para el gobierno. En Palacio ya debe haber más de uno recordando la derrota de Bush padre cuando intentaba reelegirse en medio de una recesión y la famosa frase que acuñaron los demócratas capitalizando a su favor el mal momento del país: “It’s the economy, stupid”. 

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