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John Taylor, economista norteamericano de la Universidad de Stanford, estuvo de visita en Colombia la semana pasada invitado por la Asobancaria con motivo de su convención anual. Taylor hizo una evaluación muy negativa de la actuación de la Reserva Federal durante la gran recesión-el periodo de estancamiento que siguió a la debacle financiera de 2007 y 2008. Su argumento es que los esfuerzos por despertar a la economía que llevaron a la FED a ensayar masivamente métodos de reanimación no convencionales, generaron gran incertidumbre sobre el devenir de las políticas, yendo en detrimento del objetivo mismo. Puesto en otros términos, la incertidumbre sobre las políticas, sus efectos y sus derroteros prolongaron el estancamiento económico.
Traigo a colación el argumento del profesor Taylor, no porque comparta su visión sobre los efectos perversos de la política expansionista de la FED, sino porque pone sobre el tapete el rol adverso que puede jugar en una economía la incertidumbre sobre las políticas públicas de hondo calado. Y en Colombia estamos, a pesar de que no hubo cambio de gobierno, pasando por una etapa de gran incertidumbre sobre la política fiscal.
El gobierno presentó al Congreso un presupuesto para 2015 desfinanciado en más de $12 billones. Eso quiere decir que hay que subir el recaudo en cerca de 10% para llenar el hueco. Sin eufemismos, la traducción es que este semestre habrá una reforma tributaria de emergencia para cerrar el hueco.
El trabajo de todo ministro de Hacienda es mantener los huecos de la represa del gasto controlados. Sin embargo, las presiones para abrirla más allá de la coyuntura de 2015 se han ido acumulando y ya son enormes: el vicepresidente lidera un ambicioso programa de infraestructura (el plan Marshall-ironizaba un senador de la oposición) cuyo financiamiento no está nada claro; el Ministro de Defensa ha argumentado que no hay espacio ni siquiera en el posconflicto para pensar en reducciones presupuestales en su cartera; la Ministra de educación tiene a su cargo la cartera en la que se ha armado un consenso nacional alrededor de la importancia de aumentar la inversión estatal; el campo se va a acostumbrar a una billetera ministerial abultada y no va a dejar que la adelgacen; y luego está el factor posconflicto: nadie sabe muy bien qué quiere decir, pero muchos creemos que va a costar mucho y durante varios años. Total, la obesidad de los gastos prometidos es creciente y no está claro que el Ministro pueda tapar todos los huecos de esa represa.
Si el gasto va a subir de forma relevante es necesario o bien que aumente nuestro endeudamiento o que vendamos activos del Estado o aumentemos los impuestos. El Ministro de Hacienda ha defendido la regla fiscal y por tanto la opción de endeudarnos no la contempla. La venta de activos la han intentado: la de Isagén fracasó por ahora, la de Ecopetrol se ha vuelto a rumorar. Pero ojo, la venta de un activo no financia un Estado más grande que es a lo que parecen apuntar las demandas del párrafo anterior. De los impuestos no hemos oído nada del gobierno más allá de tapar el hueco de 2015. Es hora de sincerarse y bajarle a la incertidumbre: si va a haber salto en infraestructura, salto en educación y posconflicto se necesita una garrocha tributaria. Es hora de destapar las cartas y contarnos qué tipo de garrocha quisiera el gobierno. Saber eso pronto es clave para aliviar los crecientes niveles de incertidumbre en las políticas púbicas a los que Taylor culpa del estancamiento gringo.
Twitter: @mahofste