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Analistas 01/02/2018

Hogares productores de energía

Marc Hofstetter
Profesor de la Universidad de los Andes

A pesar de que el aporte ambiental es menor al de otros países, el precio de la energía sí podría bajar.

La semana pasada en las instalaciones de la Universidad de los Andes se llevó a cabo un foro de candidatos presidenciales sobre el tema de medio ambiente y desarrollo sostenible. Asistieron Sergio Fajardo, Humberto de la Calle, Iván Duque y Gustavo Petro.

Quiero en esta nota referirme a una propuesta de este último relacionada con el mercado eléctrico colombiano. Propuso el candidato transitar hacia un modelo de generación energética donde los hogares mismos instalen paneles solares en sus lugares de residencia.

Esa autogeneración, por un lado les reduciría su demanda de energía de la red y por tanto sus facturas; por otro lado, les permitiría vender los excedentes de su generación al mismo distribuidor que lleva la energía a esa residencia. Lo propuso además como una forma de democratizar la producción energética y abaratar su costo de la energía por el consecuente incremento en la oferta.

El esquema propuesto no es un invento del candidato; opera en muchos países del mundo incluidos varios de nuestra región como Chile, Argentina o México. Allí la regulación permite que los hogares, empresas o incluso barrios, generen energía limpia (como la solar), la usen para su propio consumo durante el día, con un medidor bidireccional le vendan los excedentes de energía a la red y se conecten a esta para suplir los faltantes que tengan (especialmente nocturnos en el caso de la energía solar).

En estos tres países y en varios de los desarrollados, la política tiene además objetivos ambientales consistentes en reducir la dependencia en la generación eléctrica de fuentes no renovables.

En los tres países latinoamericanos de marras, la mayor parte de su generación energética proviene de fuentes no renovables y por tanto el empujón que puedan aportar los hogares en la transición hacia una generación más limpia y renovable le da un valor extra a la iniciativa en términos de retornos sociales.

Aquí hay una diferencia fundamental con Colombia pues en nuestro caso casi toda la energía que producimos ya viene de fuentes renovables, en particular, hídricas. Por tanto, los beneficios ambientales para el país o la contribución a reducciones de emisiones por impulsar la generación solar en los hogares es mucho menor.

Dicho eso, valdría la pena estudiar la posibilidad de permitir esa generación en Colombia y adentrarse en sus detalles regulatorios, que son cruciales. Eso sí, la idea de que millones de colombianos devengarían ingresos del esquema luce iluso.

Los datos que ya hay disponibles en otros países muestran que montarlo en una casa tiene costos que en promedio rondan los $20 millones y que esa inversión tarda más de 10 años en recuperarse.

En Chile, que tiene un ingreso per cápita significativamente más alto que Colombia, tras cuatro años de funcionamiento de la ley que permite cobrar por los excedentes de la generación solar de energía en el hogar, hay apenas 2.000 proyectos en funcionamiento.

Pero aun si la escala es pequeña, se aumentaría la oferta energética, se diversificaría su origen geográfico y con un correcto diseño regulatorio el precio de la energía en Colombia, que sigue siendo alto en el contexto regional, podría reducirse marginalmente.

Pd. No, no votaré por Petro. En mi caso, está firmemente atornillado en el banco de los candidatos por los que jamás votaría.

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