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La dislocación del pensamiento de los líderes petristas algunas veces llega a niveles patológicos. En su esfuerzo por presentar como año cero de la creación el 7 de agosto de 2022, son capaces de inventar cualquier cosa.
El eje de la alucinación colectiva consiste en negar cualquier avance previo y mantener la ficción de que todo ha sido desangre y caos desde hace 200 años. Han sido las “oligarquías esclavistas”, dice la narrativa, las que se han usufructuado del estado de cosas a costillas del pueblo colombiano.
De nada sirven testimonios y estadísticas para demostrar que lo anterior es falso. La historia colombiana de las últimas décadas ha sido, a la vez, una de dificultades y de avances evidentes para quien los quiere ver. La élite nacional de las últimas dos generaciones debería sentirse relativamente satisfecha con sus resultados. Han dejado un país mejor que el que recibieron a mediados de los 70, algo que sus émulos en otras naciones latinoamericanas difícilmente pueden alegar.
Es tal la disonancia que bastó un trino de la Superintendente de Industria y Comercio, Cielo Rusinque, para confirmarlo. Cuestionada por irse de parranda al festival vallenato mientras el plan pistola nos regresa a tiempos de Pablo Escobar, su trino de respuesta no fue una expiación, sino un delirio más. Los “males de la sociedad”, dice, son causados por “la gente de bien” que no conocen la “conexión con el pueblo y su cultura, pero en medio de su ficticia seriedad, despojan, persiguen y aborrecen la creatividad del pueblo”.
Por lo menos una tercera parte de la opinión pública parece creer este tipo de idioteces. La popularidad del Presidente se mantiene por esos dígitos a pesar de la catástrofe que es su gobierno. Desde Goebbels sabemos que una mentira repetida muchas veces se convierte en una verdad y no habrá argumentos para explicar que el mismo festival vallenato que expresa el “pueblo y su cultura”, según la Rusinque, fue un invento de la elite vallenata, junto con unos cachachos como López Michelsen, que tenían la idea de celebrar la creación del departamento del Cesar.
Como lo fueron los festivales del bambuco creados a finales de los 50 por las élites del Tolima Grande para superar las divisiones de La Violencia, o el Carnaval de Barranquilla cuya Danza del Garabato nació en el Country Club, al igual que el Carnaval de Blancos y Negros que no sería lo que es sin las alusiones a la simbólica familia Castañeda. El primer torneo deportivo en Colombia fue de polo (la Copa Uribe, que todavía se juega) y los dos deportes más populares del país, el ciclismo y el fútbol, nacieron en los clubes sociales. Mi equipo, Independiente Santa Fe, se organizó en el Gimnasio Moderno.
Políticamente les será muy útil crear falsas realidades, invitando al odio y a la lucha de clases. Dividir la sociedad entre ricos y pobres, endemoniando a los primeros y glorificando a los segundos, es parte de la receta populista. El único antídoto contra este veneno es insistir en qué realidad verdadera -no la falsa inventada por los petristas- se imponga a fuerza de razón.