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Analistas 16/03/2022

Antipetrismo y antiuribismo

En este momento la política colombiana está dominada no por ideas o propuestas, sino por sentimientos, en concreto por dos sentimientos antagónicos y excluyentes, que se contraponen antitéticamente como la oscuridad y la luz. Uno es el antipetrismo y el otro es el antiuribismo.

Para entender todo lo que ocurre en la política colombiana actual basta con analizar las dinámicas de estos sentimientos.

Empecemos por el más fácil de entender: el antipetrismo. Se trata, obviamente, de rechazar todo lo que sea, huela o se parezca a Gustavo Petro. Para compartir este sentimiento no se necesita ser uribista, católico confesional o de derecha, como equivocadamente creen los petristas. Existe temor real entre grandes capas de la población, en especial entre la clase media, sobre el talante de este aprendiz de caudillo. Su cercanía espiritual con el difunto Hugo Chávez es innegable, en 1994 ambos juraron en el puente de Boyacá que realizarían la “segunda independencia de América” y ya sabemos en qué acabó esta fantasía mamerta: en seis millones de refugiados, 90% de pobreza y la destrucción económica de Venezuela. Petro no ha hecho gran cosa para apaciguar estos temores, sino todo lo contrario: disfruta magnificándolos, amenazando con eufemísticas “democratizaciones”, negando la existencia de la democracia colombiana e insistiendo que lo suyo es la política del amor cuando todos saben que un resentimiento mal disimulado le corre por las venas.

El antiuribismo tampoco es un privilegio de la izquierda; la omnipresencia de Uribe en la política colombiana de los últimos 20 años ha copado la paciencia de una parte significativa de los votantes. Eso de “votar por el que diga Uribe” como si se tratara de un mandato divino no suena muy democrático, la intromisión como de tío regañón en las decisiones de sus recomendados (Santos, hasta que rompió cobijas y Duque hasta ahora) son una vergüenza y el saboteo del proceso de paz con las Farc por mezquindades personales es uno de los episodios más lamentables de la historia colombiana.

El pasado domingo las dos fuerzas, el antipetrismo y el antiuribismo, chocaron con dureza obteniendo un equilibrio inestable. A Petro le fue más mal de lo que esperaba, pero le fue lo suficientemente bien como para aumentar sus probabilidades de victoria en una segunda vuelta. Fico, por su lado, fue el gran triunfador de la jornada, imponiéndose como el contrincante elegido. Tiene que cuidarse, el abrazo uribista puede ser el abrazo del oso.

La Coalición Centro Esperanza, en cambio, planteó la campaña equivocada. Ignorando los sentimientos antiuribe y antipetro, se enfocaron en una ridícula cruzada moral que la acabó minando por dentro. Tendría en estos momentos alguna posibilidad de retomar el liderazgo si abandonara el maniqueísmo que la llevó a la debacle, sumando apoyos políticos, pero eso se ve difícil. Da la impresión de que, para algunos de sus miembros, la pureza inmaculada se debe mantener así toque botar al bebé con el agua sucia de la bañera.

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