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Analistas 23/01/2018

Las vicisitudes de Francisco en el Cono Sur

Luis Fernando Vargas-Alzate
Profesor titular de la Universidad Eafit
LUIS-FERNANDO-VARGAS

Su paso por Chile ha sido catalogado por múltiples observadores como el más traumático y complicado

Se presentó una nueva gira del papa Francisco, esta vez por dos países latinoamericanos: Chile y Perú. Se trató de su vigésimo primer viaje hacia el exterior en procura de compromisos evangelizadores y políticos. Así mismo, se pudo observar que dicha visita ha sido quizá la más incómoda de todas, específicamente cuando pisó suelo chileno.

Es importante tener en cuenta que cuando el Papa (Jorge Mario Bergoglio) arriba a cualquiera de los países que visita lo hace en calidad de Jefe de Estado (El Vaticano) y líder de la Iglesia católica a nivel global. Esto, incluso, aunque no se trate de encuentros protocolarios con un carácter político definido. Así, su presencia adquiere un doble sentido que fusiona aspectos políticos, culturales y religiosos.

En lo que concierne a la región latinoamericana, Francisco ha estado ya en seis oportunidades. Pero la visita más reciente, que incluyó a Chile, se convirtió en la más complicada de todo su pontificado. Su paso por el país más largo de América estuvo marcado por una violencia inusitada, confrontaciones directas al Sumo Pontífice, manifestaciones en su contra, quema de iglesias y ausencias notables en los espacios en los cuales se encontró el Jefe del Estado Vaticano.

Al hacer un repaso a las visitas de Francisco por la región se recuerda que en 2013 tuvo la primera de ellas a Brasil. Su recorrido por el país más grande de América Latina fue exitoso. Estuvo participando en la Jornada Mundial de la Juventud en su 28ª versión. Su posición claramente reformista le favoreció y la prueba fue superada a plenitud. Dos años más tarde regresó a esta parte del mundo. Igual que en Brasil, la visita se desarrolló en el mes de julio, pero esta vez en 2015. Estuvo en Ecuador, Bolivia y Paraguay. Similar a su primer momento en la región, bajo la figura de líder global del catolicismo, obtuvo plena aprobación y se congració con sus discursos e intervenciones.

Ese mismo año, en el mes de septiembre, desarrolló un particular viaje y con un carácter claramente político. Francisco visitó Cuba. Aunque la aceptación en términos religiosos no se hizo tan evidente, sí fue políticamente acertada. Días después de estar en La Habana acudió a Washington. Claramente este ejercicio de “tender puentes políticos” surtió efecto.

En 2016 estuvo en América Latina de nuevo, visitando México. Singularmente, en ese mismo viaje aprovechó para dar un segundo paso por La Habana. En 2017 retornó a la región para realizar uno de los viajes más conmovedores que ha tenido desde que dio inicio a su mandato eclesiástico. Llegó a Colombia e hizo una gira interna por el país en procura de enfatizar el apoyo, tanto individual como a nombre de El Vaticano al proceso de paz que adelanta el país.

Finalmente, hace una semana llegó a Chile y hasta el domingo estuvo en Perú. La presencia del Papa en Colombia (2017) y Perú conservó similitudes. Las multitudes lo aclamaron y él supo responder de la mejor manera. Sin embargo, su paso por Chile ha sido catalogado por múltiples observadores como el más traumático y complicado de todos sus viajes al exterior. Puede incluso señalarse que ni siquiera en El Vaticano ha enfrentado momentos tan complejos. La razón: en el país austral se le acusa de “resguardar” a algunos de los religiosos que participaron en reconocidos casos de pederastia en el Cono Sur. Además, debe agregarse que la sociedad chilena se torna cada vez menos cercana a la religión católica. Hay un descrédito generalizado que pasa factura.

Algún sector está destacando la valentía del líder religioso de llegar a un país en el que, de entrada, se presumían momentos oscuros. Otro sector le reclama porque entiende su visita como un acto indeseado. Lo cierto fue que llegó a un territorio hostil que justo explicó por qué Jorge Bergoglio no ha tenido la cortesía de visitar su país. La hipótesis planteada es que le iría doblemente mal. ¿Podría suceder así?

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