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La versión moderna de la leyenda de El Dorado, aquella leyenda de esta tierra incógnita, joven, colmada de oro y de riquezas, y por ende de oportunidades, bien podría ser el nearshoring. La palabra nearshoring captura la idea de una relocalización o externalización de la producción cerca de casa, lo cual permite a las empresas tener mayor control sobre su producción y la optimización de esta, reduciendo los riesgos y costos logísticos.
El covid-19 dejó en evidencia la fragilidad asociada a las cadenas de suministros globales y la dependencia global en Asia. Esto, acompañado a los riesgos de cybersecurity y de propiedad intelectual, el aumento del costo del capital humano en varios países asiáticos, las diferencias horarias, de idioma y culturales, ha llevado a la aceleración de la relocalización por parte de empresas multinacionales estadounidenses, canadienses y europeas, hacia países cercanos geográfica y culturalmente, como América Latina y el Caribe.
La necesidad de estas empresas multinacionales de disminuir su dependencia en Asia, se ha visto agudizada por las tensiones comerciales y tecnológicas entre Estado Unidos y China - tensión que creció con el aumento de aranceles a las importaciones chinas de acero y aluminio, la entrada de Huawei a la “trade blacklist”, las restricciones impuestas a la exportación de microchips de última generación a China, demanda ante la Organización Mundial del Comercio…
Así pues, el nearshoring se ha convertido en la palabra de moda en cumbres regionales, en círculos económicos, en los discursos de gobiernos y de bancos de desarrollo de la región. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que el nearshoring podría generar oportunidades, en el corto y mediano plazo, de aproximadamenteUS$78.000 millones en nuevas exportaciones de bienes y servicios, con importantes oportunidades para la región en industrias como la automotriz, textil, farmacéutica y de energías renovables. Hace unas semanas, el presidente de Banobras, banco de desarrollo mexicano, dijo que están convencidos de que el nearshoring, al menos en el corto y mediano plazo, es el futuro de México.
Si bien el nearshoring presenta oportunidades de desarrollo para la región y los ingredientes están, el que pase de la fantasía a la realidad depende de la implementación de la estrategia de las “3i” que ha recomendado el BID: inversión, infraestructura e integración, para que esta se concrete.
Se requiere de estabilidad económica y de seguridad jurídica que brinden certidumbre y confianza para la inversión extranjera, y de programas de gobierno a largo plazo que involucren al sector privado. Implica una acción colectiva en la que el sector público y el sector privado dejen de lado sus diferencias para encontrar formas de generar empleos y bienestar común.
El nearshoring permitiría, además de generar crecimiento económico, la transferencia de conocimiento, el desarrollo de nuevas habilidades y tecnologías, el mejoramiento de prácticas y de la capacidad de gestión, entre otros beneficios. Sí es cierto que existen oportunidades reales, que no sea la incompetencia y el populismo de nuestros gobernantes lo que nos impida encontrar y alcanzar el nuevo El Dorado!