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Tribuna Universitaria 05/09/2017

Viajando a ninguna parte

Leonardo Gómez Jiménez
Profesor de Medios Digitales
Analista LR

Hay una tendencia en series de TV, videoclips y películas que transcurren en ninguna parte. Transcurren en “nowhere o nonplace”. Parece anticuado el concepto de series como “Friends” que claramente transcurre en los 90s en Nueva York, o “Full House” en San Francisco. Hagan el ejercicio de preguntarle a un adolescente en dónde se desarrolla la historia que está viendo o en qué época. Seguro no sabe y no le preocupa. A los adolescentes no les importa dónde están. Da igual si están en Disney o en pueblo frío y perdido de Nariño; su única preocupación es tener WiFi y carga completa en su celular.

Den un vistazo a los videoclips de Nicki Minaj, Ariana Grande, Rihanna, Beyonce o Lady Gaga. Su tiempo y lugar es… la nada, nowhere, ningún sitio. ¡Triste! Hasta los noventas, los videoclips tuvieron lugar en Nueva York, Los Ángeles, Londres, así que mi generación creció soñando con visitar esos lugares algún día. Había un ideal imaginario concreto de espacio. Tal vez es sólo parte de mi nostalgia por esos años maravillosos, pero lo cierto es que mientras veo esos viejos videos, mi espíritu se llena de alegría y buena energía, pero mientras veo los actuales me invade una sensación extraña de soledad, de angustia, de que el mundo no tiene esperanza, de que estoy en un sueño terrible y ni sé en dónde.

Netflix es un maestro en crear contenidos que toman lugar en “nowhere”. “Black Mirror” es un claro ejemplo. Allí se cuentan historias realmente cautivadoras acerca de cómo la tecnología nos lleva a situaciones extremas. ¿Dónde se filman esas historias con estos escenarios extraños? ¿En el infierno? ¿En el limbo? ¿En las historias es de día, de noche, es una ciudad grande, pequeña? En varias historias esto es un misterio.

El autor Anthony Dunne en su libro “Speculative Everything”, describe perfecto el concepto “nowhere” como una caja blanca vacía que no pretende recrear un mundo detallado, un país o una cultura en particular. En estas producciones la luz nunca es natural, no proviene de una fuente como la conocemos en el mundo real de el sol, la luna o un bombillo. Esa iluminación es capaz de generar sensaciones diferentes en el espectador. El autor cree que estos ambientes especulativos hacen que el futuro sea más creíble y más plausible la idea de un mundo paralelo. Es un espacio completamente vacío para dar libertad a la imaginación. Esta tendencia es más clara en las piezas de los productores nuevos o independientes de Hollywood como Netflix, YouTube, Amazon y los artistas más influenciadores.

Esto explica porqué los adolescentes ya no sueñan con conocer Nueva York o Los Ángeles o no sienten emoción si viajan a estos lugares. Su sueño no es como el mío en esos años sino que quieren ir a ese raro “nowhere” o “nonplace” que ven en sus pantallas y por eso no quieren ver más TV tradicional ni se despegan de sus teléfonos. Solo viendo videoclips actuales y series de Netflix pueden sentirse en el tan anhelado ningún lugar que la vida real no les ofrece.

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