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Analistas 16/02/2022

Un impuesto cobarde

Katherine Flórez - Libertank
Miembro del consejo académico de Libertank
Analista LR

Los elevados precios de los alimentos han prendido alarmas en búsqueda de responsables. Se han puesto en el banquillo los gremios, los costos de los insumos, los salarios, los contenedores y hasta ¡los chips!, pero se ha ignorado la variable principal que concierne solo a Colombia: la oferta monetaria. Un concepto básico pero convenientemente ignorado.

Los precios están determinados directamente por la demanda e inversamente por la oferta de mercancías. La demanda puede aumentar y presionar el alza de precios, si su oferta permanece igual. Pasa en las mercancías como con el dinero, su demanda puede aumentar y revalorizar la moneda si la cantidad no cambia. Al contrario, si aumenta su oferta, su precio baja, es decir, se deprecia o devalúa. Una fluctuación del precio del dinero afecta a la sociedad porque es el medio para adquirir TODAS las mercancías. Su precio revaloriza la moneda y permite adquirir más bienes mientras que un descenso impide su adquisición, los encarece.

La fortaleza de una moneda radica en su escasez o en la dificultad de aumentar su stock. Una moneda débil, por el contrario, es proclive a grandes incrementos. En Colombia la oferta depende de la estrategia del Banco de la República. Su estrategia desde abril/2020 fue acentuar la expansión. La mayor oferta de dinero desde ese momento ha generado liquidez, que en las condiciones actuales, se ha destinado al consumo más que a la inversión. Arrastramos rigidez productiva y mayor incertidumbre desde las covid-políticas, que han conllevado a cierre de empresas, descapitalización y desempleo.

El aumento de oferta se gestó con tres decisiones: disminución de la tasa de interés de política monetaria (de 4,25% a 3,75% en abril/2020 hasta llegar a 1,75% en agosto/2021); aumento de compra de bonos; y, disminución del encaje bancario al mínimo histórico (de 11% a 8% en abril/2020). La disminución de la Tasa rebajó, para los bancos, el costo de endeudarse con el emisor; con la compra de Bonos se entregó dinero a cambio de deuda; y, con la disminución del Encaje, aumentó la disponibilidad legal de depósitos de los ahorradores para que los bancos prestaran e hicieran pirámide de deuda. La disminución del encaje podría incluso desencadenar insolvencia bancaria y pánico en los ahorradores, pero si los bancos cuentan con un prestamista de última instancia ¿qué más da? Ante una situación del riesgo el gobierno salvaría a la banca. En últimas, las tres estrategias permiten la expansión del crédito a los ciudadanos y, con él, la oferta de dinero.

El aumento de la oferta de dinero jalonó la demanda de bienes y los precios. El aumento de precios internos elevó las importaciones. El aumento de las importaciones desencadenó aumento de la demanda de dólares que implicó depreciación del peso. La depreciación ha acelerado la salida de capitales hacia monedas/activos foráneos y ha disminuido la inversión en proyectos nacionales. Como corolario de la devaluación del peso se ha acrecentado el precio de los bienes importados, que incluyen insumos para bienes agrícolas.

La expansión crediticia además de sofisticada tiene bajo costo político, no afecta los impuestos, no genera tanta atención de la opinión pública, ni presiones mediáticas. Este es el origen de la crisis pero se silencia ¿Quién pondría en duda la palabra del Banco emisor? No ignoremos esta lógica, comprendamos que la inflación la establece la política monetaria y la sufre el bolsillo de cada ciudadano ¡Un impuesto cobarde!

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